La elección es clara: de un lado, el individuo, el hombre libre, el ciudadano de sí mismo, el sujeto de placeres y dolores, el desafío de la responsabilidad; del otro lado, la comunidad, la agrupación de esclavos, el sometimiento ciego a la tradición, la repetición del error, la huida.
De un lado, el héroe. Un héroe venido a menos, porque siempre pierde, pero que acepta el juego, que se expone y se implica. Una derrota que cae de este lado, del lado de lo visible, lo perenne, lo puramente humano.
Del otro lado, el santo. El reverso paródico del héroe, que se salva a sí mismo (siempre y sólo a sí mismo) e invita a los demás a imitarlo. Una salvación que cae del otro lado, del lado de lo invisible, de lo injustificado y lo injustificable.
Atenas como metáfora del encajador, del animal de fondo, del solitario, del mutilado, del fabu-lador. Jerusalén como símbolo de la pereza, de la abnegación, de la abulia, la sospecha y el rencor.
La elección es clara, pero no elegir es elegir también. No elegir es ponerse en camino aun sin saberlo. No elegir es claudicar.
Escrito por MUTANDIS a las 21 de Diciembre 2004 a las 05:02 PMExacto. En resumen, frente a la "arete" clásica, esto es, al afán de ser mejor de destacar trascender a la historia, frente a ello la humildad, la no variación, el sometimiento al dogma.
Escrito por Pedro a las 22 de Diciembre 2004 a las 08:15 AMBueno, Pedro, no hay que olvidar que Grecia penó con rigor el error de la "hybris", o sea, del exceso del orgullo humano frente a los dioses (o a la naturaleza, que en aquellos tiempos felices, eran una y la misma cosa). Pero sin duda que el ideal humano no pasaba por la sumisión a otra autoridad que a la de Moira (Destino): inconcebible, por ejemplo, un poder papal.
Escrito por MUTANDIS a las 22 de Diciembre 2004 a las 07:12 PM