Es fácil pensar, arduo argumentar lo pensado. El pensamiento, tan íntimo que parece formar con nosotros una única entidad (cuando lo cierto es que el pensamiento viene de fuera, C.E. de Ory), nos parece lo más inmediato, pero aun así, es preciso ex-ponerlo, sacarlo al exterior: contrastarlo. De lo contrario, no habría diferencia entre fe y razón, delirio y discurso, verdad y mentira. Lo triste es que, en no pocas ocasiones, desde ciertas instancias parecen abundar en esta idea: que uno y otro polo son intercambiables, y tanto monta monta tanto Isabel como Fernando.
La renuncia a explicitar las bases de la propia convicción (hasta el punto de calificarla, capciosamente, de moral, como si con ello se la preservase del debate y la crítica) es una de las características más notables del reciente discuso conservador.
Una de sus causas, con toda probabilidad, es la falta de práctica. La derecha raras veces ha tenido que dar cuenta racional de sus acciones, ya que su instrumento favorito de intervención en el mundo (a la Historia me remito) ha sido la violencia: la imposición unilateral, arbitraria y no refutable de las ideas mediante la fuerza. Otra, quizás de mayor calado, es la raigambre religiosa, o mejor, eclesial, del pensamiento reaccionario: su apelación a los principios de solidez, autosuficiencia e inefabilidad de la verdad de fe la impregna de un carácter incondicional e incondicionado que aguanta mal las exigencias de la razón argumentativa (por no hablar de la razón demostrativa, inviable cuando se penetra en la ciénaga de la conciencia personal).
La visible fatiga del pensamiento reaccionario respecto a las exigencias racionales de la convivencia democrática no se limita, sin embargo, al orden teorético: se sustancia en conductas personales, en prácticas diarias, en políticas concretas.
Un ejemplo, nimio sin duda, puede darse en este foro. A mí mismo, en no pocas ocasiones, se me ha intentado descalificar desde la derecha por extenderme en mis argumentos con la sorprendente acusación de no tener nada mejor que hacer. Es bastante significativo: aducir razones en apoyo de las propias ideas se le antoja ocioso a todo aquel que basa las suyas en verdades incontrovertibles y creencias no probadas.
Tampoco es baladí la recurrencia, en los posts de ciertos nicks de la intolerancia pura y dura de este foro, al insulto más soez y anquilosado (con reincidencia en mentar a la madre); no en vano, el castizo taco es la forma más directa de aniquilar al adversario sin tener que hacer ningún esfuerzo mental. Muy español, sin duda, pero poco edificante.
Mucho más grave, sin duda, es la propensión que vienen revelando en los últimos tiempos los adalides del pensamiento reaccionario en España: el Partido Popular y la jerarquía de la Iglesia Católica. A la vista de la pereza atávica que demuestran en lo que atañe a la argumentación racional (pues, como se ha dicho, derecha y debate se excluyen mutuamente), y ante la conminación cívica a exponer los fundamentos de su actitud pública, han puesto en práctica una estrategia antigua, aunque estéril en el orden que nos interesa. Estoy hablando del plagio.
Pues plagio es que la Iglesia Católica hable de persecución, cuando ésta es la acusación más obvia que se le puede hacer, con los libros en la mano: persecución del hereje y el judaizante por parte del Tribunal del Santo Oficio, persecución del disidente por parte del Régimen franquista, y persecución aún hoy de homosexuales y divorciados por parte de los curas y párrocos de toda España (los ejemplos abundan).
Pues plagio es que la Iglesia Católica hable de totalitarismo democrático, cuando ella ha avalado en el tiempo los sistemas políticos que mayor dolor y sangre han provocado en sus poblaciones civiles: las dictaduras de Franco, Pinochet o Salazar.
Pues plagio es que el Partido Popular hable de engaño y manipulación, cuando los Telediarios del infausto Urdaci fueron el ejemplo (y, al cabo, el cadalso) de la política de la derecha en materia informativa.
Pues plagio es que el Partido Popular hable de mentiras, cuando durante los cuatro años de su gobierno (2000-2004, los cuatro anteriores no cuentan porque estaban enjaezados por Convergència i Unió) se produjo el llamado apagón estadístico y tuvimos que sufrir la más burda y deleznable de las canalladas que ha vivido esta Democracia: el intento de engañar a todo un Pueblo tras sufrir en sus carnes el peor atentado terrorista de su historia.
Invito al lector a que amplíe esta lista por su cuenta, pues el fenómeno no ha hecho más que empezar. Baste recordar que el eslogan electoral del PP en las últimas elecciones europeas remedaba una muletilla de los espontáneos manifestantes del 13-M: ¡Pásalo!. Asimismo, la Conferencia Episcopal está convocando a manifestarse a sus feligreses vía móvil, como si de activistas progres se tratara. De nuevo, un intento de emulación que difícilmente dará resultado, puesto que el electorado reaccionario (el que vota depositando la papeleta y el que lo hace ingiriendo la Sagrada Forma) no puede entender el lenguaje de la política y lo que ésta conlleva: discurso, debate, intercambio.
No, el electorado reaccionario sólo admite el dogma indiscutido, la consigna castrense, la disciplina y la sumisión. Pues no en vano ser de derechas es ser obediente para con el patrón, y ser de izquierdas, ponerle una y otra vez en un brete: exigiéndole que se explique, que dé razones, que argumente sus decisiones. La extenuación conceptual del discurso conservador revela, en último término, su incapacidad de aceptar las reglas del juego que implica la Democracia y su deriva fatal hacia el autoritarismo teocrático (el cual no por azar ha sido históricamente su sistema político favorito).
Escrito por MUTANDIS a las 19 de Diciembre 2004 a las 01:51 PMEl pensamiento reaccionario estará extenuado en lo ideológico pero yo me lo encuentro cada dos por tres por la calle, al comprar el pan un comentario xenófobo, una crítica directa a una ministra (por su condición de mujer), de un cliente etc. Quiero decir que en su línea argumental el pensamiento de derechas (y dentro de él el nacionalista radical) está vacío, pero sin embargo está muy presente en la calle, en los medios de comunicación y me temo que en lo votos. Habrá que rebatirlo.
Excelente proyecto. Condenado al fracaso, creo, pues la base misma del pensamiento reaccionario es, precisamente, el negarse a argumentar, el anteponer la "convicción moral" al discurso racional. Así es imposible rebatir nada. Y como tampoco vas a caer en sus trampas, ¿qué opción queda? Ésta: más educación, potenciar el sentido crítico y la independencia de criterio de los ciudadanos. La tercera edad y cierta clase alta está perdida ya, pero la juventud es un campo en el que no podemos dejarnos avasallar.
Escrito por MUTANDIS a las 20 de Diciembre 2004 a las 02:38 PM