31 de Enero 2005

CATECISMO LAICO

La laicidad es una apuesta inscrita en el seno mismo de la democracia: los valores de una y otra son comunes. Esto, que cualquier lectura somera de la Historia demuestra sobradamente, parece no querer entenderlo cierta conspiración nacionalcatólica empeñada en desprestigiar las bases mismas del Estado de Derecho.

Como el maestro de escuela con sus chiquillos, pues, me voy a esforzar en repetir una lección consabida, tanto para que la conozcan los últimos de la fila (esos que siempre se incorporan tarde a los avances de toda la clase) como para que no la olvide el resto del alumnado.

Vamos, pues, con el

CATECISMO LAICO

1. Convivencia. La paz social es un bien en sí mismo, superior incluso a cualquier texto legal promovido y aprobado por una parte de la ciudadanía. Sin embargo, las necesarias reformas legales, una vez impulsadas, deben tener en cuenta el bien común, no la mera imposición de las opciones de unos sobre las de los demás.

2. Respeto. Instrumento necesario para que la convivencia sea posible. Incluye la observancia de las normas de cortesía, el rechazo de la violencia física y verbal, la escucha atenta y detallada de todos los argumentos y el ejercicio mesurado del derecho a la crítica.

3. Indulgencia. Las reformas legales promovidas y apoyadas por las mayorías no deben descuidar el valor intrínseco de humanidad que impregna todas las opciones basadas en la convivencia y el respeto. Ello se traduce en el rechazo a la guerra, la tortura, los tratos degradantes a las personas y la represión por motivos religiosos, ideológicos o de cualquier otra índile.

4. Pluralismo. Para que el primado de la libertad sea efectivo, en una democracia debe garantizarse el pluralismo, basado siempre en el cumplimiento escrupuloso de las normas de la convivencia y el respeto recíproco. Sólo se deben rechazar aquellas propuestas que aspiren a coartar la libertad de los demás.

5. Generosidad. La apelación a la convivencia ha de traducirse en iniciativas claras y concretas en beneficio de los menos favorecidos: los excluidos, las minorías y los marginados deben ser objeto de atención preferente por parte del resto de la sociedad, sin que ello implique la subversión del principio de voluntad popular propio de la democracia.

6. Magnanimidad. El demócrata laico se instala en todo momento en una perspectiva amplia, integradora y matizada, que no puede ceder en ningún momento a la tentación de imponer unilateralmente los valores de la mayoría sin tener en cuenta la legítima discrepancia.

7. Franqueza. La franqueza es imprescindible para que el respeto no degenere en una impostura hipócrita. De ella se deducen las libertades fundamentales (de opinión, de prensa, de información, de cátedra), con el límite siempre del respeto y la convivencia.

8. Solidaridad. La generosidad se debe plasmar en un sistema formal que corrija las desigualdades sociales producto de los distintos talentos naturales. No puede tener carácter coercitivo, sino ejercerse de manera comprensiva y proporcional.

9. Altruismo. Es el mandato del amor evangélico, llevado a la realidad de los hombres sin pasar por la autoridad trascendente. Todos los hombres somos hermanos y, por ello, nos respetamos y ayudamos, no porque seamos hijos de un mismo padre, sino porque hemos venido a la vida y saldremos de ella todos por la misma puerta.

10. Honestidad. Sin la cual el ejercicio del resto de valores laicos se vería reducido a una caricatura inoperante.

Obviamente, cualquier cristiano u hombre de buena fe se sentirá identificado con estos valores, ¿cómo no? Lo que demuestra que los valores que inspiran la laicidad democrática no son privativos de nadie (y mucho menos, de una religión particular), sino que nos pertenecen a todos y por ellos debemos luchar, unidos y en paz.

Escrito por MUTANDIS a las 31 de Enero 2005 a las 01:08 PM
Comentarios

Tomo nota. Pero ya te avanzo que soy antiprohibicionista. Gracias por tu petición.

Escrito por MUTANDIS a las 1 de Febrero 2005 a las 11:33 AM
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