Aunque se le acusa de haber desatado una campaña en contra de la religión, yo creo que el actual Presidente del Gobierno encarna a la perfección las virtudes cristianas.
Al menos, eso es lo que le reprochan sus críticos más acérrimos.
Cuando Zapatero expuso ante el Plenario de Naciones Unidas su idea de promover una Alianza de Civilizaciones y un gran Pacto contra el Hambre, las derechas españolas se mofaron abiertamente de él: en el mejor de los casos, le tildaron de cándido, de infantil, de alumno aplicado, de creer en mundos ideales. Lógico. Para las derechas, el mundo se mueve por valores materiales, por fuerzas físicas, por intereses: cualquier programa que tenga por finalidad promover principios de solidaridad o humanidad ha de sonar, a los oídos de los banqueros y los mercaderes, a entelequia digna de risa.
Ahora bien, ¿no es la lucha en favor de los desfavorecidos y de la armonía entre todos los seres humanos una invocación específicamente evangélica? A buen seguro, las propuestas de Zapatero habrían agradado a Jesucristo.
Otro ejemplo. Cuando Zapatero defendió —con éxito— que el lehendakari Ibarretxe pudiera exponer su controvertido Plan en el Congreso de los Diputados, recibió numerosas críticas por parte de las derechas. Pero uno de los reproches que más me llamó la atención fue el que formuló en un programa de televisión Ignacio Villa, director de informativos de la Cadena COPE (emisora de radio propiedad de la Conferencia Episcopal). Este señor le censuraba a ZP el haber permitido que Ibarretxe se expresara en las Cortes Generales en nombre del “amor universal”. Es decir: al emisario de los obispos (ya que, como se sabe, en el seno de la Iglesia Católica sus portavoces no tienen criterio propio, sino que se limitan a trasladar el de su amo) le repugna que se haga política con sesgo filantrópico y fraternal. No es raro: a una institución que ha practicado históricamente la represión, la tortura, el terrorismo espiritual y el exterminio del enemigo, el amor universal se reduce a… ¿querer al Papa?
Es un sarcasmo que quienes se reputan como herederos del cristianismo se opongan a la práctica de las virtudes que impulsó el fundador de su propio credo.
Pero yo voy aún más allá: Zapatero está llevando una política que aplica, punto por punto, los valores cristianos (no católicos) más esenciales: el amor por los desfavorecidos, el respeto por la diferencia, la tolerancia, la libertad, el pluralismo, la igualdad de derechos. Estos valores se están plasmando en acciones de gobierno, en programas concretos:
a) el impulso de una política fiscal destinada a corregir las desigualdades sociales y la solidaridad entre los territorios;
b) el reconocimiento de los plenos derechos civiles de todos los individuos, con independencia de su orientación sexual;
c) la apuesta decidida por el sector público, garante de los derechos sociales de todos y todas, frente al neoliberalismo salvaje de los “propietarios”;
d) el impulso a la promoción de viviendas de protección oficial, castigadas duramente por el gobierno de José María Aznar y su defensa de las operaciones especulativas sobre el suelo;
e) la incorporación del diálogo como principio instrumental básico de la elaboración de las normas democráticas, como se ha demostrado en la reciente concertación social entre patronal y sindicatos.
En fin, la lista es interminable. Sea como fuere, la acumulación de ejemplos no aumentaría la solidez de esta evidencia: que el socialismo es la ideología que lleva los valores cristianos de piedad, caridad y fraternidad al terreno de los hechos, mientras que el catolicismo (con su apoyo constante a las clases privilegiadas y sus prácticas inquisitoriales y discriminatorias) prefiere que se mantengan en el limbo de los ideales, sin traducción práctica en el ámbito de la sociedad.
¿Zapatero, caballero cristiano? A la vista de los hechos, habría que empezar a creer que sí.
Escrito por MUTANDIS a las 23 de Febrero 2005 a las 10:44 AM