La derecha neoliberal, enemiga del Estado y de cualquier regulación pública de la economía y las dinámicas sociales, se están encontrando con la horma de su zapato. Si, según sus propias tesis, el mercado es sabio y tiende a la autorregulación de los conflictos, beneficiando al bien común y neutralizando las tensiones, hay que ensalzar lo que ocurre con un sonoro ¡amén! Ahora bien, cuando el propio mercado de los valores sociales perjudica a ciertas instituciones muy caras a la derecha, ésta eleva su voz de protesta y exige que el Estado intervenga y regule la deriva que puede perjudicarle. Ejemplo:
a) la Iglesia Católica pierde acólitos a velocidad de crucero, lo cual se plasma en una aportación decreciente de fondos por parte de sus propios fieles. Pues bien, a pesar de que, desde una perspectiva liberal, ello debería ser ungido y santificado al plasmar un efecto del mercado de las creencias, surge la derecha exigiendo al Estado que contribuya con más fondos a las arcas de las Iglesia, que implante la asignatura obligatoria de la fe católica, que legisle el matrimonio civil en función de los deseos de los obispos. ¿En qué quedamos? ¿Intervencionismo no, excepto cuando me favorece?
b) el concepto de España muta y evoluciona a la vista de los debates y las negociaciones que, en función de las circunstancias, se plantea a cada momento. No existe una España esencial, sino una España en tránsito siempre, al albur del contexto político y social. Pues bien, la derecha en tal asunto no parece dispuesto a exponerse a los vientos del mercado, y una vez y otra tercia en el debate público con apuestas inmovilistas, pétreas y reaccionarias. ¿En qué quedamos? ¿Todo es objeto de especulación y regateo, excepto aquellos conceptos que queremos preservar a toda costa del desgaste de los tiempos?
c) el modelo de familia ha experimentado en los últimos tiempos una gran apertura, superando la clásica estructura patriarcal para abarcar nuevas formas de convivencia. Nada más consecuente con el liberalismo que dar la bendición a esta transformación, admitida tácitamente por los ciudadanos. Pues no. El 18 de junio de 2005, la derecha convoca una manifestación en contra de dicha evolución social, y exige al Estado que legisle a favor del concepto que tiene ELLA de la institución familiar. ¿En qué quedamos? ¿Es el mercado quien impone las normas, excepto cuando esas propias normas perjudican a nuestros valores y creencias?
Creo que basta con lo dicho para comprobar que la derecha no es liberal en absoluto, o sólo lo es cuando lleva las de ganar: en asuntos económicos y dinerarios. Cuando es el resto de la sociedad la que se sube al carro y trata de gestionar el bien común según las propias reglas del mercado, ¡ah, no! Entonces debe intervenir el Estado e imponer orden. El orden de siempre, se entiende: no vaya a ser que nos salga el tiro por la culata y queriendo servir a la libertad, acabemos proclamando el libertinaje (?).
Escrito por MUTANDIS a las 16 de Junio 2005 a las 12:11 PM