Dijo Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados que el Código Civil no debía ser modificado para incluir a las uniones entre homosexuales bajo el rótulo de matrimonio porque éste siempre se ha dado entre un hombre y una mujer.
¿Es un buen argumento? No lo creo. Hasta que Abraham Lincoln consiguió abolirla, la esclavitud siempre había sido una práctica aceptada. Hasta que el populacho parisino asaltó la prisión de la bastilla, la aristocracia siempre había acumulado el poder y las riquezas. Hasta que las mujeres empezaron a votar bajo la Segunda República, el derecho de sufragio siempre había estado reservado a los varones. Hasta que la Constitución de 1978 instauró la democracia en España, siempre habíamos padecido regímenes de raíz autoritaria (con efímeras excepciones que sólo conseguían apuntalar dicha regla). Es más: hasta que el Congreso aprobó en 1979 la ley del divorcio, el matrimonio siempre había sido indisoluble, por lo que esta institución ya se había apartado hace tiempo de su supuesta esencia inalterable.
Además de que el argumento histórico no aporta ningún argumento de peso contra las bodas gays, hay otros dos, uno de carácter lingüístico y otro, de carácter geográfico.
Dice la derecha política y clerical (Partido Popular e Iglesia Católica) que la palabra matrimonio alude a la maternidad, y que dicho concepto es natural y no puede ser modificado por el hombre. Al menos yo, estudié en primer curso de bachillerato que, según Saussure, el lenguaje es convencional, o sea, fruto del pacto arbitrario entre los hombres: la relación que hay entre una pera y la palabra pera es ficticia y puede, por tanto, mutar. Además, de ser cierto que la humanidad debe permanecer esclava del diccionario, ¿por qué no aplicarlo a todo el léxico del que disponemos? Así, patrimonio sería el conjunto de los bienes propios del padre, debiendo marginar a la mujer de su titularidad
Y en cuando a la supuesta universalidad de la institución matrimonial, ¿hay que recordar que a tan sólo veinte kilómetros de aquí, en Marruecos, recibe tal nombre la unión entre un hombre y varias mujeres, hasta un máximo de cuatro? ¿Dónde queda la supuesta naturalidad de una institución que, en el ámbito de los hechos, se muestra tan elástica y mudable?
Lo que en realidad quería decir Rajoy, en nombre de la derecha española, es que no quieren compartir con sus compatriotas de tendencia sexual distinta a la suya una figura jurídica que, como todo constructo social, no es más que una forma de proteger derechos y exigir responsabilidades. Todo lo demás no son más que excusas para disimular una homofobia latente.
Escrito por MUTANDIS a las 24 de Junio 2005 a las 12:22 PM