19 de Enero 2006

LA VERDAD TRIÚNFA

Frente a quienes creen que, en política, todo es opinable —haciéndole así el caldo gordo a la dictadura del relativismo, de la que tanto se queja el Papa Ratzinger—, los hechos se empeñan en demostrarnos que no es así. En una sociedad como la nuestra, transparente hasta la extenuación, la mentira no dura mucho, y los juicios que se alimentan de ellas acaban revelando su carácter falaz.

Es el caso de la madeja de mentiras que la derecha española tejió (y todavía se resiste a desentrañar) en torno al atentado del 11-M. Muchos meses después de la tragedia, aún Pedro Jota y sus secuaces se esmeran en dar pábulo a toda clase de teorías conspiratorias, a ver si en el río revuelto pueden pescar algún que otro pez incauto. Incluso dirigentes provinciales del Partido Popular se atreven a decir en voz alta “lo que piensan millones de españoles” (votantes suyos): que el PSOE estuvo implicado en la comisión de los hechos. Cualquier cosa, antes que admitir el “desastre” ministerial (Astarloa dixit) que, Acebes mediante, permitió que pasase lo que pasó.

Pero la verdad siempre vence: no por la intercesión de algún mensajero celestial que descendiese hasta la tierra para revelárnosla, sino porque los protagonistas de los acontecimientos abren la boca y cuentan lo que saben. Ojo, no hablo de opiniones: hablo de hechos.

Así ha ocurrido con el embajador de Chile ante la ONU, quien acaba de publicar un libro titulado Una guerra en solitario. En él, entre muchos otros temas, aborda la “política comunicativa” que llevó a cabo el gabinete de Aznar entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Según revela el diplomático, el Presidente del Gobierno habría ordenado a la delegación española que instara al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a consensuar en un comunicado público la condena al atentado, atribuyéndolo de manera explícita e inequívoca a la banda terrorista ETA. Aun careciendo de prueba alguna en tal sentido —es más: contando con numerosos indicios en la dirección opuesta—, Aznar quiso instrumentalizar a la ONU para sus fines elctorales. No es raro que tanto la delegación alemana como la rusa se opusieran a imputar el atentado a ETA en un pronunciamiento así, es más, propusieron introducir la lógica muletilla “presuntamente”. Fue en vano. El embajador chileno revela que la representante española admitía carecer de “ningún margen de flexibilidad”, de modo que presionó intensamente para lograr el fin deseado. 48 horas después, la policía española dejaba en ridículo, no sólo a Acebes y Aznar, sino a las Naciones Unidas, todo por culpa de una derecha asustada ante la perspectiva de perder el poder.

De vuelta al presente. Cuando el Partido Popular utiliza para apoyar sus propias tesis a los miembros de las instituciones públicas cuya designación él mismo ha avalado (por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal de Defensa de la Competencia), no puedo dejar de pensar en las cotas de desfachetez, manipulación y arrogancia con que los cachorros de Aznar se comportaron entonces y, a buen seguro, se siguen comportando ahora. Esta gente no tiene credibilidad ninguna. No creo que tengamos que esperar otros dos años para conocer el grado de presión a que deben estar sometidos los vocales de organismos nombrados a instancias de la derecha. Quien tuvo… retuvo.

Escrito por MUTANDIS a las 19 de Enero 2006 a las 05:19 PM