13 de Marzo 2006

REABRIENDO HERIDAS

Como parte de su programa electoral, y en virtud de los acuerdos que estableció con sus socios parlamentarios al principio de la legislatura, el Presidente Zapatero expresó su propósito de sacar adelante una Ley de la Memoria Histórica. Esta iniciativa se plantea como la concreción normativa de un acuerdo parlamentario votado por unanimidad en 2002, según el cual las Cortes Generales condenaban el Alzamiento de 1936 y la Dictadura posterior del General Franco. Ello estaría en la línea de las reivindicaciones que, últimamente, ha expresado en público la derecha española: la de una memoria y una dignidad que debería respetar a las víctimas inocentes de la violencia y preservar su buen nombre como ejemplo ético para todos.

Pues bien, en cuanto se ha sabido que el Gobierno, en virtud de todo lo dicho, va a consagrar el año 2006 como el de la Memoria Histórica, la derecha española ha puesto el grito en el cielo. Ha hablado de que “se intenta reabrir heridas”, de “dividir a los españoles” y de usar la historia “como instrumento para enfrentar” a unos contra otros. Estas afirmaciones, por otro lado, ya pudieron escucharse cuando el Gobierno ordenó que se retirase de las calles de Madrid la estatua ecuestre del Dictador.

¿Cómo puede ser que, treinta años después de su muerte y la posterior instauración de la democracia, aún haya quien se considere “heredero” del Caudillo y, en calidad de tal, reivindique su memoria y la del Régimen que impuso a sangre y fuego? Pues de eso se trata: de que el Partido Popular y su entorno mediático y social se dan por aludidos cuando, desde las filas de la izquierda, se condena públicamente el franquismo y se reivindica la dignidad de las víctimas de su represión.

Dejando de lado la obvia asociación que, en la mente de todos, se establece con sus protestas, a la derecha no le importa, es más, le importa mucho que se la siga asociando con el totalitarismo de Franco y todo lo que ello supuso: restricción de las libertades públicas, eliminación del pluralismo, persecución del disenso e imposición de un modelo ideológico basado en el catolicismo y un patrioterismo ampuloso y trivial.

Antes de que sea demasiado tarde, y el Partido Popular desperdicie el poco crédito que le queda, la derecha española debería rectificar. Con lo que le costó desprenderse del estigma que la persiguió durante todos los años 80, y que lastró seriamente sus posibilidades electorales, no puede permitirse recaer en la reivindicación de unos postulados que no casan en absoluto con su cacareado “viaje al centro” y, mucho menos, con su presunta (y jamás demostrada en el plano de los hechos) filiación a la ecigua tradición liberal española. De mantenerse en su error, puede correr la misma suerte que padeció el extinto Partido Popular ya que, si algo está claro a estas alturas, es que la inmensa mayoría del Pueblo español no está por la labor de apoyar candidaturas neofranquistas.

La pregunta es: ¿dos almas combaten en el seno del Partido Popular, la nacional-católica y la liberal? ¿O es que, poco a poco, la derecha española se arranca la máscara y deja ver su auténtico rostro: castizo, excluyente y clerical? De ser así, sería el Partido Popular quien estaría reabriendo unas heridas que la Transición nos hizo creer que habían sido cerradas, y que en realidad sólo se habrían metido en el armario, a la espera de una coyuntura favorable para devolverla al primer plano.

Aznar BORRACHO.jpg

Escrito por MUTANDIS a las 13 de Marzo 2006 a las 05:20 PM