La Confederación Episcopal, una entidad no representativa porque NO es elegida por los propios católicos (1), ha decidido batallar “en la calle” lo que no es capaz de ganar donde ganan los demócratas: en las urnas. A imitación de los movimientos populares que, en los últimos meses del gobierno del PP, se echaron al monte para decir NO A LA GUERRA, creen que “saliendo del armario y haciendo oír su voz” podrán revertir una situación que se les está poniendo muy fea. Lo que pasa es que el NO A LA GUERRA llevó al PSOE al gobierno de España y las movilizaciones de los católicos sólo pueden llevar al PP a un callejón sin salida. Trataré de argumentarlo.
El PP y la representación de los católicos
El PP se define como un partido inspirado en los “valores” del humanismo cristiano. Dejando a un lado que esto último es un oxímoron (pues, o se cree en el hombre con fundamento último de la verdad, o se cree en Dios para la misma función), la pregunta es: ¿por qué los católicos han de “hacerse oír” en las calles, e imprimir folletos y clamar a los cuatro vientos como unos vulgares marxistas-leninistas? ¿Acaso el PP no les “representa” bien? ¿No gestiona sus reivindicaciones en los foros habilitados a tal efecto: el Congreso y el Senado? ¿O es que el PP prefiere hacer pasar por “revuelta popular” lo que él mismo no quiere asumir como bandera, por la evidente sangría de votos que le supondría? Pues los españoles serán muy católicos en las partidas de bautismo, pero en las urnas son de izquierdas y progresistas. Sumen votos, sumen.
Católico y demócrata no son términos compatibles
Por un lado, la doctrina católica defiende que la Verdad viene de lo alto, que Dios es el único Ser y que los hombres somos indefensas criaturas en sus manos. No me parece mal, es una visión poética del mundo y consuela bastante, eso de pensar que nuestro destino depende de Otro.
Ahora bien, la democracia nace justo para refutar este aserto: pone en nuestras manos el protagonismo de los valores, las acciones y el sentido último del mundo. Eso es el humanismo: “el hombre como medida de todas las cosas”. Vox populi, vox Dei: lo que emana de las urnas es lo único sagrado, pues el poder es inmanente (de abajo a arriba) y no trascendente (de arriba a abajo).
Así las cosas, que los católicos sostuvieran la dictadura franquista es perfectamente congruente con una visión jerárquica y autoritaria del mundo, no con una democracia humanista. O se besa la cruz, o se besa la urna: no puede servirse a ambos amos a la vez pues, como dice el refrán, casa con dos puertas…
Ahora bien, cuando las “masas católicas” deciden impugnar el resultado de las urnas (al no asumir su derrota electoral) y llevan a la calle su “batalla”, están decantándose por la cruz en detrimento de la urna. No admiten que la verdad de los hombres (pues eso es la política, y no otra cosa) la gestionan sus representantes libremente elegidos, y no los ensotanados en nombre de un gobernante extranjero (pues eso es el Papa, y no otra cosa). Se colocan voluntariamente al margen de la democracia y apelan, directamente, a un sistema que no es el actualmente vigente en España. ¿Me explico?
¿Por qué el catolicismo no gana las elecciones?
Si los católicos fuesen demócratas, defenderían sus valores en las urnas. Como no lo son, los defienden en los púlpitos. El Partido Popular, que dice postular valores católicos pero que ni es capaz de ganar las elecciones defendiéndolos, ni es capaz de representar convincentemente a su rebaño electoral (pues, de lo contrario, no tendría que “echarse a la calle”), afronta un auténtico nudo gordiano: si lo aprieta, perderá votos porque muchos de sus electores no están dispuestos a alinearse con los ensotanados; si lo afloja, perderá credibilidad, como católico y como demócrata, porque no sólo no vence en las urnas con un credo inspirado en el catolicismo, sino que ni siquiera convence a sus propios correligionarios.
El catolicismo no gana las elecciones porque sus “representantes” no los elige el Pueblo soberano, sino el Papa de Roma. Y el Partido Popular no gana las elecciones porque su masa de votantes no está compuesta exclusivamente de católicos, sino de personas de muy distinta índole y pensamiento. El día en que el PP se decante abierta y excluyentemente por la defensa de los valores católicos, habrá renunciado a representar a los españoles para convertirse en vicario de los apostólicos y romanos. Esa es la evidencia que le paraliza en el asunto del que tratamos y que, tarde o temprano, acabará pasándole factura. Por eso no asume el PP el protagonismo en la lucha por los valores católicos y se lo pasa a los curas. ¡Tremenda claudicación! Implica ocultar lo que dice que son sus señas de identidad, e implica erigir a los siervos del Vaticano en representantes (ilegítimos) de una opinión popular. La conclusión subyacente a todo este embrollo es la siguiente: ni los católicos creen en la democracia, ni el Partido Popular cree realmente en los valores católicos.
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(1) Algún día alguien tendrá que preguntar por qué los partidos, sindicatos o asociaciones populares deben regirse por principios democráticos para ser reconocidos legalmente, y la Iglesia Católica no. ¿Es eso discriminación positiva? Mientras los católicos no elijan a sacerdotes, obispos y arzobispos, seguirá fuera de la legalidad democrática, es decir: en la Edad Media de la que nunca ha acabado de salir.
Escrito por MUTANDIS a las 26 de Noviembre 2004 a las 08:03 PM