21 de Diciembre 2004

DE RADICALES, EXTREMISTAS Y OTROS ABUSOS LINGÜÍSTICOS

En una entrevista concedida al diario La Razón, Ángel Acebes (del Partido Popular, agrupación a cuya derecha no hay nada) ha afirmado: “El PSOE es un partido radical y extremista”.

A bote pronto, suena grave. Quizá de un modo inconsciente, uno tiende a imaginar a radicales y extremistas como personas (varones, casi siempre) melenudas y desafeitadas, con mugre entre las uñas y los dientes cariados. Comoquiera que los representantes políticos del PSOE suelen aparecer en público con corbata y el pelo corto, hay que suponer que Acebes no iba por ahí, aunque algo de esa imagen troglodita sí quería endosarle al adversario.

Quizás por “radical y extremista”, Acebes quería decir “muy lejos del centro”. Claro que el problema, lejos de resolverse, se multiplica al infinito porque, ¿quién y por qué se atribuye la autoridad para colocarse en el eje de simetría del espectro político, expulsando a los demás hacia la periferia?

A mí se me ocurren dos entes con capacidad para hacerlo sin sonrojarse: Dios y José María Aznar. Ahora bien, como el primero tiene poco que ver con la política democrática y el segundo está gozando de un merecidísimo descanso en sus admirados EE.UU., cabe concluir lo siguiente: en el centro politico se coloca a sí mismo quien habla, por lo que no puede tratarse de una ubicación real, sino de un efecto óptico. No en vano, en el continente americano el mapamundi escolar sitúa al Nuevo Mundo en el centro del planisferio, mientras que los europeos nos vemos desplazados hacia un lateral.

Cabe la posibilidad de que, con sus ardientes palabras, Acebes trate de infundir miedo y rechazo en cierta bolsa de potenciales votantes, los cuales (a decir de los analistas electorales) huyen del extremismo como de la peste. En esta clave, el Partido Popular, simplemente, trataría de presentarse con un porte elegante y engominado frente a la ruda oposición, a la que dichos votantes deberían visualizar como un compendio de la más furibunda de las exaltaciones demagógicas: intransigente, reacia al diálogo, encastillada en actitudes poco o nada edificantes, etc.

Pero es difícil que el Pueblo español pueda aceptar esa imagen del PSOE. Ante todo porque, para llevar a cabo su acción de gobierno, los socialistas han contado, están contando y contarán con la valiosa contribución de otras agrupaciones políticas, por lo que la falta de diálogo como atributo de su presunta radicalidad queda excluida ya de entrada.

Tal vez lo que se pretende poner en entredicho es la bondad misma de este aval. Según los adalides de la derecha (o del centro, como ellos dicen verse a sí mismos), recibir el apoyo de partidos políticos democráticos y legales puede parecerse, en gran medida, a pactar con el Diablo. Claro que, para aceptar esta tesis, antes hay que asumir esta otra: que en democracia no se pueden defender las propias ideas, ni aun en el caso (como es el caso) de hacerlo sin apelación a las armas ni a ninguna forma de desobediencia civil. O lo que es lo mismo: que el arsenal conceptual al que deben atenerse todos los partidos no puede ir más allá de un repertorio limitadísimo y, al parecer, controlado y certificado por el propio Partido Popular. Todo aquel que osara desviarse de ciertos artículos de fe, merecería “ipso facto” ser tildado de radical o extremista… o de hereje, que quizá sea el apelativo que, en otra época, la derecha le habría endilgado al discrepante, por el mero hecho de serlo y no ocultarlo.

Otra posibilidad sería que, en efecto, el PSOE fuera un partido radical (lo de extremista vamos a dejarlo, porque ya hemos visto que tal calificativo se refiere siempre a una distancia respecto al calificador y no nos puede decir nada acerca del calificado).

Étimológicamente, radical sería aquella ideología que apelase a la raíz. En este plano, podría intercambiarse con “fundamentalista”: ambas actitudes negarían el valor del presente para constituirse en opción política válida, de modo que sus cimientos deberían buscarse en el pasado, el cual vendría a proporcionarle a la actualidad su fuerza y concreción.

Visto así, es difícil aceptar que el PSOE sea un partido radical, más bien todo lo contrario: cuanto más tiempo pasa, menos se parece este socialismo al que le dio origen, histórica y nominalmente. Para empezar, ya sólo desde el cinismo podría emparentársele con el obrerismo primigenio. Pero es que el día a día nos demuestra que, hoy por hoy, el PSOE se caracteriza (para unos es su peor defecto; para mí, su mayor virtud) por su naturaleza lábil, voluble y adaptativa. Con no poca razón, puede decirse del socialismo actual que es lo que sus afiliados y votantes quieren que sea en cada momento —hasta tal punto ha llegado su “indefinición” política.

Por el contrario, el Partido Popular sí se nos aparece como una formación fundamentalista: recurre una y otra vez a los mitos más rancios del peor casticismo (el de Maeztu y Ganivet, el del catolicismo ultramontano y la más pimpante involución moral); difunde una imagen de España unitarista y poco plural; estigmatiza a quienes no comulgan con sus ruedas de molino usando y abusando de un rosario de epítetos poco o nada moderados… Visto así, parece difícil que el PP esté legitimado para asumir con el desenfado con que lo hace el papel de centro que se arroga.

Que tengo razón lo demuestra la apelación continua de los portavoces del Partido Popular a la supuesta “debilidad” del PSOE, dada su propensión a rectificar y contradecirse, pactar y negociar con todo tipo de fuerzas políticas y sociales. Este atributo, que para una persona proclive a los valores de fuerza y autoridad puede parecer el peor de los insultos, para un demócrata convencido se revela, por el contrario, como todo un elogio. Si débil es aquel que dialoga, negocia, propone y, llegado el momento, acepta y cede, habría que empezar a reivindicar activamente la debilidad como valor, ejem, central de la izquierda.

En fin, vamos terminando: Acebes ha recurrido a un abuso lingüístico para descalificar al oponente político, pero con ello no sólo ha demostrado su escasísima formación intelectual, sino que ha puesto a su propio partido en evidencia. Pues basta con desplazar el punto de referencia del espectador (del centro a la extrema derecha) para constatar quién apuesta en España por la moderación y el consenso y quién, simplemente, exagera, desbarra y se aísla en su numantinismo carpetovetónico.

Escrito por MUTANDIS a las 21 de Diciembre 2004 a las 05:11 PM
Comentarios

Interesantísimo blog.

Escrito por Somófrates a las 21 de Diciembre 2004 a las 05:48 PM

Mutandis. Chapeau. Es un placer leerte.
Saludos, Pedro.

Escrito por Pedro a las 21 de Diciembre 2004 a las 07:39 PM

Gracias, muchachos. Vuestras palabras me animan más de lo que creéis. Un saludo.

Escrito por MUTANDIS a las 22 de Diciembre 2004 a las 06:33 PM

Pues si es verdad que te anima, ahí va un ánimo y un saludo más. Sigue así. Dices lo que muchos pensamos.

Escrito por Pablo a las 29 de Diciembre 2004 a las 01:19 AM
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