Dicen los católicos que reconocer el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio supone degradar dicha institución.
Yo, que no soy homosexual ni me pienso casar, les digo a los católicos lo siguiente:
que ustedes degradan la palabra Libertad cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que impone a las personas dogmas que no pueden ser criticados ni discutidos racionalmente;
que ustedes degradan la palabra Tolerancia cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que excluye el derecho de los individuos a creer en otros dioses (véase lo sostenido por el cardenal Ratzinger en el libro Sin raices);
que ustedes degradan la palabra Pobreza cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que apoya políticas como las aplicadas por el Partido Popular, claramente injustas y antisociales;
que ustedes degradan la palabra Respeto cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que discrimina y criminaliza a colectivos cuyo único pecado es expresar el amor por un orificio en lugar de otro (véase el folleto episcopal Hombre y mujer los creó);
que ustedes degradan la palabra Igualdad, cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que veda el acceso de las mujeres al sacerdocio;
que ustedes degradan la palabra Legitimidad cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que no somete sus decisiones a debate público ni expone a sus dirigentes al aval que les concedería un sistema de elección libre y directa;
que ustedes degradan la palabra Historia cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, silenciando activamente el Tribunal del Santo Oficio, las excomuniones de científicos y teólogos por no plegarse al Papado o el apoyo que la jerarquía católica brindó a caudillos, dictadores y tiranos en época muy reciente;
que ustedes, en fin, degradan las palabras cuando las emplean como las emplean en contextos como el eclesiástico, que se comporta día a día como un ámbito intolerante y excluyente que niega el pan y la sal a todo aquel que no comulga con sus ruedas de molino.
En democracia, cuyo fundamento es el diálogo entre ciudadanos libres, el uso torticero del lenguaje tiene el rango de pecado mortal.
Escrito por MUTANDIS a las 5 de Enero 2005 a las 12:07 PM