13 de Septiembre 2005

LA MALA EDUCACIÓN

Caen los políticos en un error de percepción, en lo que al debate sobre el modelo de enseñanza se refiere. La interpretan como la parte activa de un polo en el que el aprendizaje sería la parte pasiva. Educar sería, para ellos, instruir, impartir órdenes e imbuir de conocimientos a mentes que, sin dirección ni tutela, serían incapaces de orientarse en la vida.

Es falso. El aprendizaje es una actividad, la más hermosa de todas, y además una actividad permanente y que no conoce horarios: aprendemos (aprehendemos) de continuo, y toda la vida. Aprendemos, sobre todo, por emulación, por mímesis, captando instintivamente lo que en cada momento una sociedad valora, y reproduciéndolo de manera más o menos creativa. La etología sabe mucho más de esto que la pedagogía.

Tampoco es cierto que lo que les "enseñan" en las aulas tengan, para los chavales, mayor importancia que lo que "aprenden" por otros medios: de los de comunicación, sí, pero también del barrio, de la calle, del bar y... de internet.

Porque internet ha subvertido los cauces tradicionales de acceso al saber: ya no es patrimonio de las clases privilegiadas, que decidirían qué sabe quién y cuándo, sino que constituye una nube omniabarcadora que respiramos y que nos inspira sin cesar. Lo que antaño era un tesoro oculto, ahora está al alcance de la mano, y ello redunda en una mayor "información" que, también, implica una suerte de "formación" informal, una bildung con la que contamos para crecer día a día como personas.

Creer, a estas alturas, que reformar la enseñanza en una u otra dirección se traducirá en una mejor o peor calidad del aprendizaje implica desconocer por dónde se mueve el mundo de hoy: por retículas plurales en las que la jerarquía ha muerto, por vías proteicas por donde los saberes fluyen y se incrementan, en fin, por cauces desbordados que ningún ingeniero podrá controlar a su antojo, ya sea con LOES, LOGSES o LODES.

La mejor educación es la que no existe. La otra, la que pretende imponerse a la población como sinónimo de dirigismo cultural e ideológico, no sólo no tiene razón de ser, sino que está condenada al fracaso. Porque, ¿para qué le sirvió a la escuela nacional-católica imponer el catecismo en las aulas? Para crear generaciones enteras de ciudadanos ateos, descreídos, anticlericales y... democráticos. Pues eso.

Escrito por MUTANDIS a las 13 de Septiembre 2005 a las 12:12 PM
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