Una de las primeras reacciones que a uno le asaltan cuando lee o escucha ciertas opiniones, juicios e invectivas de la derecha política, mediática y eclesiástica española es la sorpresa. Sobrepasan de tal manera la medida, la proporción e incluso el propio sentido común, que uno llega a dudar de estar oyendo lo que oye, o de que diga lo que dice el que lo dice.
No entraré en detalles. Me limitaré a consignar este hecho: el alarmismo de la derecha española, trufado de afirmaciones insidiosas, bulos malévolos, diagnósticos apresurados y funestos augurios, no tiene por qué responder a la convicción de quienes la formulan.
Me explico. Según su peculiar comprensión de la estrategia política, la derecha española ha llegado a la conclusión de que únicamente volverá al poder legislativo (el resto, ya lo tiene) si comunica a la ciudadanía la sensación, no por infundada menos efectiva para sus fines, de que nos encontramos en un estado de excepción. Atemorizar a la opinión pública, haciéndole creer que sólo la derecha puede garantizar la estabilidad social (cuando es ella quien trata de desequilibrar nuestro sistema político, cual profecía que se cumple en sí misma), sería la condición previa para que el electorado le devolviese en las urnas lo que la derecha considera suyo, sino por naturaleza, sí por tradición histórica: el dominio de los fuertes sobre los débiles.
Así las cosas, poco le importa a la derecha política, económica, mediática y eclesiástica creer en lo que dice: lo que importa es que sea rentable para sus fines. En esto, la derecha se apartaría de la que dice ser su fuente de inspiración moral, la católica, según la cual la verdad es la realidad, para abrazar una versión menos escrupulosa, la pragmatista americana, que postula que lo cierto es lo útil y lo útil es lo cierto (William James).
Bajo esta nueva luz, las declaraciones de los voceros de la derecha no se deberían medir de acuerdo con los cánones habituales de la politología, ni siquiera del sentido común, sino estrictamente del marketing, la publicidad y la propaganda: una noción obscena si no cínica del marketing, aunque marketing al fin y al cabo.
Escrito por MUTANDIS a las 16 de Enero 2006 a las 11:39 AM