Hace unas semanas, José Antonio Abellán, un periodista de la Cadena COPE, fue sorprendido organizando una trama para falsificar los datos de la Encuesta General de Medios. Una vez desenmascarado, el interfecto justificó su actuación aduciendo que, en realidad, sólo estaba "tratando de probar que la encuesta es fácilmente falsificable", y que su conducta sólo obedecía al interés de reclamar mayor veracidad y rigor para la misma.
Hace unos días, a un edil popular del Ayuntamiento de Orihuela le grabaron de manera clandestina requiriendo una alta suma de dinero a un empresario, a cambio de una contrata municipal. En su defensa, el político repuso que "estaba fingiendo", y que el motivo de su "comedia" era comprobar "hasta qué punto el empresario era de fiar". No sólo eso: aseguró que había pensado en "fingir" atrocidades aún mayores.
Visto cómo se comportan los miembros del nacional-catolicismo político y mediático (haciéndose pasar por quienes no son para intentar demostrar lo que no hay), yo me pregunto si hay algún calificativo para ellos más adecuado que el de farsantes. Conduciéndose así, ¿cómo podemos saber cuándo dicen lo que piensan y cuándo, simplemente, simulan que lo están haciendo? No son gente de fiar...