Harto de ser golpeado en manifestaciones antiglobalización; hastiado de ser conducido a dependencias policiales por llevar un pendiente en la oreja o barba de tres días; hasta los cataplines de sufrir humillaciones por parte de los agentes de policía a causa de mi aspecto o mi forma de andar, he decidido dar el paso.
Me he afiliado al PP.
¡Qué diferencia! Ahora puedo zarandear a ministros impunemente. Se me permite reventar actos públicos (presentaciones de libros, incluidas) sin que vaya a parar a la cárcel por ello. Puedo poner artefactos explosivos en teatros donde se representan obras que no me gustan, y nadie me echa el guante. Y, lo mejor: cuando los funcionarios del orden se me acercan, ya no es para pedirme la documentación, sino para alabar mi último modelo de pantalón o darme los buenos días.
Eso, por no hablar de la inmunidad judicial que he conseguido con el cambio: ahora, por mis fechorías nadie me condena, sino que sancionan a quien (se supone) debía corregir mis desmanes.
Gracias a mi decisión, he dejado de ser un ciudadano de segunda: ahora estoy con los que tienen la sartén por el mango, con los que pintan de verdad. Desde que soy pepero, los jueces preservan mi libertad a toda costa, los funcionarios me hablan de usted y hasta la Guardia Civil se abstiene de darme el alto en los controles de circulación (llevo el carné del partido tatuado en el hombro derecho).
¡Soy un hombre nuevo! Mi conversión al peperismo rampante me ha hecho abandonar el pelotón: ahora, de alguna manera, también mando yo.
¡¡QUE VIVAN LA DEMOCRACIA Y EL ESTADO DE DERECHO!!
Escrito por MUTANDIS a las 9 de Mayo 2006 a las 12:13 PM