Los teoconservadores del Partido Popular tienen un nuevo problema. Por un lado, un edil gay se les casa, al grito de "viva la libertad sexual" (sic) y pone de los nervios al Obispo de Ourense. Por otro, la Conferencia Episcopal publica un texto en el que censura moralmente la masturbación, la fornicación y las relaciones heterosexuales, bajo la consigna de la "castidad" y rechazando cualquier imputación de "puritanismo" (sic).
¿Cómo es posible, pues, que la jerarquía católica continúe haciendo campaña electoral a favor del PP (de cuya LOCE esperaba obtener la llave de las infantiles conciencias), mientras los militantes de la derecha se entregan a la corrupción y el fornicio? ¿Cuál es la "coherencia" del magisterio católico, que admite entre sus borregos lo que condena a los miembros del rebaño ajeno?
Aquí hay una grave incongruencia que mina la credibilidad de los participantes en el juego. O me lo explican, o condenaré a los implicados (¡tranquilos! no a la hoguera: soy un relativista), sino al limbo de mi desdén y mi olvido.
Hace unas semanas, José Antonio Abellán, un periodista de la Cadena COPE, fue sorprendido organizando una trama para falsificar los datos de la Encuesta General de Medios. Una vez desenmascarado, el interfecto justificó su actuación aduciendo que, en realidad, sólo estaba "tratando de probar que la encuesta es fácilmente falsificable", y que su conducta sólo obedecía al interés de reclamar mayor veracidad y rigor para la misma.
Hace unos días, a un edil popular del Ayuntamiento de Orihuela le grabaron de manera clandestina requiriendo una alta suma de dinero a un empresario, a cambio de una contrata municipal. En su defensa, el político repuso que "estaba fingiendo", y que el motivo de su "comedia" era comprobar "hasta qué punto el empresario era de fiar". No sólo eso: aseguró que había pensado en "fingir" atrocidades aún mayores.
Visto cómo se comportan los miembros del nacional-catolicismo político y mediático (haciéndose pasar por quienes no son para intentar demostrar lo que no hay), yo me pregunto si hay algún calificativo para ellos más adecuado que el de farsantes. Conduciéndose así, ¿cómo podemos saber cuándo dicen lo que piensan y cuándo, simplemente, simulan que lo están haciendo? No son gente de fiar...