31 de Enero 2005

CATECISMO LAICO

La laicidad es una apuesta inscrita en el seno mismo de la democracia: los valores de una y otra son comunes. Esto, que cualquier lectura somera de la Historia demuestra sobradamente, parece no querer entenderlo cierta conspiración nacionalcatólica empeñada en desprestigiar las bases mismas del Estado de Derecho.

Como el maestro de escuela con sus chiquillos, pues, me voy a esforzar en repetir una lección consabida, tanto para que la conozcan los últimos de la fila (esos que siempre se incorporan tarde a los avances de toda la clase) como para que no la olvide el resto del alumnado.

Vamos, pues, con el

CATECISMO LAICO

1. Convivencia. La paz social es un bien en sí mismo, superior incluso a cualquier texto legal promovido y aprobado por una parte de la ciudadanía. Sin embargo, las necesarias reformas legales, una vez impulsadas, deben tener en cuenta el bien común, no la mera imposición de las opciones de unos sobre las de los demás.

2. Respeto. Instrumento necesario para que la convivencia sea posible. Incluye la observancia de las normas de cortesía, el rechazo de la violencia física y verbal, la escucha atenta y detallada de todos los argumentos y el ejercicio mesurado del derecho a la crítica.

3. Indulgencia. Las reformas legales promovidas y apoyadas por las mayorías no deben descuidar el valor intrínseco de humanidad que impregna todas las opciones basadas en la convivencia y el respeto. Ello se traduce en el rechazo a la guerra, la tortura, los tratos degradantes a las personas y la represión por motivos religiosos, ideológicos o de cualquier otra índile.

4. Pluralismo. Para que el primado de la libertad sea efectivo, en una democracia debe garantizarse el pluralismo, basado siempre en el cumplimiento escrupuloso de las normas de la convivencia y el respeto recíproco. Sólo se deben rechazar aquellas propuestas que aspiren a coartar la libertad de los demás.

5. Generosidad. La apelación a la convivencia ha de traducirse en iniciativas claras y concretas en beneficio de los menos favorecidos: los excluidos, las minorías y los marginados deben ser objeto de atención preferente por parte del resto de la sociedad, sin que ello implique la subversión del principio de voluntad popular propio de la democracia.

6. Magnanimidad. El demócrata laico se instala en todo momento en una perspectiva amplia, integradora y matizada, que no puede ceder en ningún momento a la tentación de imponer unilateralmente los valores de la mayoría sin tener en cuenta la legítima discrepancia.

7. Franqueza. La franqueza es imprescindible para que el respeto no degenere en una impostura hipócrita. De ella se deducen las libertades fundamentales (de opinión, de prensa, de información, de cátedra), con el límite siempre del respeto y la convivencia.

8. Solidaridad. La generosidad se debe plasmar en un sistema formal que corrija las desigualdades sociales producto de los distintos talentos naturales. No puede tener carácter coercitivo, sino ejercerse de manera comprensiva y proporcional.

9. Altruismo. Es el mandato del amor evangélico, llevado a la realidad de los hombres sin pasar por la autoridad trascendente. Todos los hombres somos hermanos y, por ello, nos respetamos y ayudamos, no porque seamos hijos de un mismo padre, sino porque hemos venido a la vida y saldremos de ella todos por la misma puerta.

10. Honestidad. Sin la cual el ejercicio del resto de valores laicos se vería reducido a una caricatura inoperante.

Obviamente, cualquier cristiano u hombre de buena fe se sentirá identificado con estos valores, ¿cómo no? Lo que demuestra que los valores que inspiran la laicidad democrática no son privativos de nadie (y mucho menos, de una religión particular), sino que nos pertenecen a todos y por ellos debemos luchar, unidos y en paz.

Escrito por MUTANDIS a las 1:08 PM | Comentarios (1)

30 de Enero 2005

GATO POR LIEBRE

Hace unas semanas, yo avanzaba en mi texto “La extenuación conceptual del discurso reaccionario” la tesis de que el Partido Popular se ha quedado sin armas retóricas para neutralizar la consolidación del PSOE en el poder y que, como último recurso, se ha apropiado de las del enemigo en un intento desesperado de recuperar las posiciones perdidas.

Ahora retomo las ideas expuestas allí y las llevo más lejos.

Tomo como síntoma las declaraciones que, en los últimos días, han vertido los líderes de la derecha a propósito de diversas circunstancias: la detención de dos militantes populares por intento de agresión al ministro Bono o, caso enorme, la aprobación por parte del Parlamento andaluz de las pensiones que recibirán los cargos públicos tras cesar en el cargo.

En todos los casos, ha evocado la derecha a la Dictadura franquista, calificando al PSOE de “totalitario” y sus prácticas, de “nazis”. Incluso hay quien ha comparado a la Policía Nacional con la Gestapo.

A bote pronto, no deja de sorprender que un partido cuyo Presidente de Honor fue ministro durante la Dictadura franquista pueda utilizar dicho epíteto con ánimo descalificador. Al menos, dudo de que al señor Fraga le haya hecho la menor gracia, ¡como si ser franquista fuera algo de lo que alguien tuviera que avergonzarse!

Lo de totalitario resulta también chocante, si tenemos en cuenta que el PP ha acusado repetidamente al PSOE de ser un partido débil, con falta de cohesión interna y que cede fácilmente ante las propuestas que se le hacen, llegándose a censurar a Zapatero, incluso, que no supiera decir nunca NO. Es difícil hacer congruente totalitarismo y debilidad, pero la audacia verbal del Partido Popular no parece tener límites, aunque sea a costa del sentido común.

El exabrupto de calificar a las Fuerzas de Seguridad que operan bajo la dirección socialista como propias de un país sometido a un régimen fascista ya raya en lo grotesco. Dejando a un lado que la actuación policial ha sido calificada por el propio Sindicato Unificado de la Policía de “impecable” (ABC, 27 de enero de 2005, pág. 37) y ajustada a derecho, lo que a mí me resulta especialmente significativo es que el PP no haya utilizado un adjetivo que tenía a mano y le hubiese venido al pelo: estalinista.

En lugar de acusar al PSOE de estalinista o, por qué no, de castrista, el PP ha preferido llamarle franquista y nazi. Es imposible no detectar aquí varias tendencias:

a) la asunción, por parte del PP, de que la población española tolera mal todo aquello que implique el ejercicio arbitrario de un poder unilateral e incontrolable;

b) el reconocimiento implícito de que, en caso de haber atribuido al PSOE un comportamiento propio de la denominada “izquierda autoritaria” (expresión que, para mí, es un contrasentido), se le estaría concediendo al enemigo un indeseable plus de popularidad;

c) el escándalo moral que implica invertir los términos de la lógica política, tanto teórica como práctica, desplazando la izquierda hacia la ultraderecha, la derecha hacia el centro, lo alto hacia abajo e così via.

Nada de esto es inocente. La estrategia de la derecha española, constatada la imposibilidad material de conquistar el poder en las urnas siguiendo los procedimientos convencionales, pasa por el abuso lingüístico, la perversión del lenguaje, el recurso visceral a eslóganes de dudoso contenido político y la confusión de todos los conceptos. Pero no porque haya perdido el norte, de eso nada, por el contrario, tiene perfectamente claro su propósito: se trata de confundir a la población, de embrollarla de manera que, harta de tantos desmanes, vuelva a desinteresarse por la política y deje de votar. Porque, como constató el 14-M, si el Pueblo acude masivamente a las urnas, la balanza se inclina siempre hacia la izquierda.

Así pues, constatada esta tendencia, la próxima vez que la derecha española vuelva a emitir un mensaje, le recomiendo, amigo lector, preste mucha atención. Quizás le estén dando gato por liebre.

Escrito por MUTANDIS a las 5:54 PM | Comentarios (0)

COMUNIÓN O LIBERACIÓN

El límite de la tolerancia absoluta

Escribe Javier Caraballo en El Mundo: “La libertad de pensamiento y la tolerancia absoluta hacia quienes piensan distinto debe tener un único límite, el que ponga en peligro nuestro propio sistema de valores”.

Coincido con él: a quien ponga la Biblia por encima de la Constitución, hay que pararle los pies; a quien ataque a la legitimidad de las urnas y proponga en su lugar la de los púlpitos, hay que dejarle claro que no tiene espacio en nuestra sociedad; a quien pretenda adueñarse de las conciencias para poder encaminarlas en una única dirección, debe saber que se autoexcluye de la sociedad democrática.

Claro que Caraballo no se refería al catolicismo, sino al islamismo. Pero, a estas alturas de la historia, ya sabemos que uno y otro son hijos de una misma devoción: el monoteísmo excluyente, la proscripción de la diferencia, el fanatismo y la intransigencia como norma de fe.


Las causas del indeferentismo religioso

Juan Pablo II acusa al Gobierno español de “promover la indiferencia en materia religiosa”. Al Santo Padre le deberían haber informado de que, en esa Biblia democrática que es para los españoles la Constitución, figura como artículo fundamental la aconfesionalidad del Estado. Eso significa que, para los poderes públicos, todas las creencias son igualmente dignas de respeto y apoyo. No se trata de indiferencia, sino de comprensión y equidad. Claro que, para un católico (como para un judío o un islamista), su fe es la única digna de ser difundida y amparada. Pero el Estado español no cree más que en los ciudadanos, precisamente para que éstos puedan creer en lo que prefieran.

Las causas del indeferentismo religioso las debería buscar el Papa en otro lado: por ejemplo, en la ósmosis histórica entre el catolicismo y las diversas formas de autoritarismo político; en la propagación del consumismo como única práctica objeto de devoción en un mundo dominado por el capitalismo económico; o en la nula receptividad de la jerarquía eclesiástica a la propia sensibilidad de sus fieles, prefiriendo en cambio la llamada a la discipina y la obediencia ciega (ambas inasumibles para un español del siglo XXI).


Del pecado al delito

Se lamentan las autoridades eclesiásticas de que el español ha perdido la conciencia del pecado. No les falta razón. A un demócrata, lo que le repugna no es lo que atenta contra Dios (siempre discutible y objeto de refutación), sino lo que atenta contra las leyes. Si el español del siglo XXI carece de conciencia del pecado es porque tiene conciencia del delito, es decir, sabe que su existencia se desenvuelve en un contexto social, dotado de normas y valores que es preciso cumplir para preservar la convivencia colectiva, la paz social y la justicia. Mientras que el pecado apela única y exclusivamente a la salvación del alma personal del creyente, el delito posee una dimensión solidaria que nos incluye a todos. Así, mientras que el pecador se condena sólo a sí mismo, el delincuente condena a todos los demás. La diferencia es tan grande, en el orden ético e intelectual, que no podemos sino felicitarnos por el cambio.


Comunión o liberación

La comunión católica llama al ciudadano a abdicar de su dimensión política para integrarse en una superestructura ideal, la del Pueblo de Dios, que sólo existe en tanto la administran los funcionarios de la fe. Como ovejas de un rebaño que confía en sus pastores, los católicos deben renunciar desde el principio a la autogestión soberana de su propia vida para depositarla en manos de sus directores de conciencia.

La liberación laica, por el contrario, se propone devolverle a la persona la gestión directa de sus propios asuntos, sin tutelas ni dirigismos espirituales, en el bien entendido de que el límite a la tolerancia absoluta es, en una democracia, el respeto por el prójimo. Respeto que no puede confundirse (como a menudo confunden las instancias eclesiásticas) con indiferencia o con egoísmo, sino que conlleva implícitamente la solidaridad, la fraternidad y la complicidad necesarias para que la democracia siga siendo lo que hasta ahora ha sido: un espacio común donde todos tenemos un sitio para poder desarrollar libremente nuestra personalidad en el contexto de un proyecto colectivo abierto al diálogo y al cambio.

Escrito por MUTANDIS a las 5:53 PM | Comentarios (0)

EL TRABAJO EMBRUTECE

"Desde que uno se da al trabajo, él mismo se vende y se pone al nivel de los esclavos” (CICERÓN, De los deberes, título II, capítulo XLII)

1. Es frecuente oír por ciertos pagos la siguiente descalificación del adversario dialéctico: “lo que le pasa es que tiene demasiado tiempo libre”. Traducido: “trabaja y calla”. Tal vez así, doblando el lomo y agachando el testuz, se consiga imponerle silencio o lograr que sus argumentos pierdan peso específico por falta de tiempo material para fundamentarlos. En cualquier caso, se asocia el trabajo con virtud y todo atisbo de ociosidad (elegida o impuesta) como un pecado que debe ser expiado.

2. Cuando Dios en persona expulsó a Adán y Eva del Jardín del Edén no les dijo “ganaréis el pan trabajando ocho horas diarias”, sino: “con el sudor de vuestra frente”. Es evidente que, para comer, es preciso realizar algún que otro esfuerzo (físico o intelectual). Lo que no es tan evidente es que el único modo de conseguir un mendrugo de pan sea firmando un contrato laboral. Hace unos días, se daba a conocer una estadística oficial según la cual, en España, cerca de 450.000 hogares subsisten sin que trabaje ninguno de sus miembros. Parece claro que no todo el mundo se ha plegado al dogma del trabajo: todavía existen quienes ponen en duda que el trabajo dignifique.

3. Moisés descendió del monte Sinaí con las tablas de la Ley, entre cuyos mandamientos figuraba (según la interpretación católica del Antiguo Testamento): “santificarás las fiestas”. Si Yahvé hubiese considerado el trabajo como una ocupación digna de serle consagrada, ¿no lo habría preferido a la mera holganza?

3. Cuando los judíos cruzaban la puerta de Auschwitz, les recibía un letrero con la siguiente inscripción: “El trabajo os hará libres”. Nunca como entonces se hizo tan explícita la ósmosis entre sumisión laboral y dominación social. Trabajar, en los términos en que se trabaja en la sociedad occidental, es (y no puede dejar de ser) un modo de obedecer.

4. La Dictadura franquista lo sabía muy bien. Por eso se empeñó en lograr el pleno empleo para todos los españoles (aunque fuera deportándolos en tren a Suiza, Francia o Alemania). La inclusión de la “profesión” entre los datos personales que se debían consignar en el D.N.I. no era inocente: implicaba que el sujeto había sido escrupulosamente encuadrado en una estructura social fija. No en vano, hasta hace pocos años al empleo se le conocía con el nombre de “colocación”. Trabajar era ubicarse socialmente; no hacerlo, convertirse en un asocial, en una amenaza ambulante para una sociedad petrificada.

Esta estrategia la completó Manuel Fraga, el actual Presidente de Honor del Partido Popular, con la ineludible pata penal: quien no justificara un empleo, se vería sometido a la Ley de Peligrosidad Social o, como bien se la conocía popularmente: de vagos y maleantes. Un desocupado era (¿es aún?) un ser sospechoso, un delincuente en potencia… un conspirador contra el orden instituido por el Amo-empleador.

5. ¡Qué poco hemos cambiado los españoles en este aspecto! En todas las encuestas sociológicas, el paro aparece insistentemente mencionado como primera preocupación de la población. Franco hizo muy bien su labor: logró que el ciudadano se identificara hasta tal punto con el rol del trabajador, que fuera de él se siente como un espectro provisto de consistencia, no sólo social, sino personal. Una película como Los lunes al sol, con su apariencia de proximidad a los problemas del Pueblo llano, no viene sino a confirmar esta simbiosis perversa entre el individuo y su utilidad social, cristalizada en forma de empleo. Ser es trabajar; el paro es visto como una sima, como el agujero negro en el que uno pierde todos sus atributos.

6. La centrifugación planetaria del concepto de trabajo como proveedor de identidad pública y privada es la que ha provocado la conversión de amplias poblaciones al credo laboral del capitalismo avanzado. La inmigración ilegal, que al empresario español le permite dinamitar impunemente los convenios colectivos, corrobora los peores presagios: a estas alturas de milenio, no hay comunidad étnica que no haya sido contaminada por la fe en el trabajo como pasaporte, ya no para la felicidad, sino para la propia existencia. Resulta de todo punto desolador escuchar a un inmigrante ilegal justificar su odisea en nombre de “una vida mejor” que, en su confusión, identifica con un empleo. Para él, deslomarse a cambio de cuatro chavos occidentales le resulta cien veces preferible a conservar la dignidad en su tierra natal, pues con ellos no sólo conseguirá pan: accederá también a la ciudadanía, es decir, al estatus.

7. La erección del empleo en tótem sagrado de las sociedades occidentales se ha convertido en un pasaporte para justificar todo tipo de tropelías. En este plano, empresarios y sindicatos forman una piña. Un ejemplo reciente: el proyecto de drenaje del río Guadalquivir para ampliar el puerto de Sevilla, el cual supondrá una auténtica catástrofe ecológica, ha sido aplaudida por los representantes sindicales en aras del empleo. No es el único caso: cuando el empresario Puigneró fue condenado por delito ecológico, sus trabajadores se echaron a la calle para defender… ¡sus puestos de trabajo! Resulta congruente con el panorama descrito: los sindicatos de clase, que en otro tiempo supusieron una esperanza para la transformación social, son ahora los más firmes defensores del capitalismo. El oprimido se convierte, de la mano de la religión del trabajo, en cómplice del opresor.

8. Lo peor de la religión del trabajo no es que sea dogmática: es que apenas conoce herejes. El modelo laboral que se perpetúa remite al que surgió en el siglo XIX: una infraestructura económica escindida en capital, por un lado, y fuerza de producción, por otro. Apenas arraigan en España (ese país al que el autoritarismo ha deformado por varias generaciones) el cooperativismo, la autogestión y el autoempleo. Las pocas transfomaciones vienen de la mano del fraude: la subcontrata, el contrato por obra y servicio o el falso autónomo, argucias mediante las cuales el empresariado y la Administración pública se perpetúan en su papel de sumos pontífices de la alienación laboral.

9. “El proletariado, traicionando sus instintos e ignorando su misión histórica, se ha dejado pervertir por el dogma del trabajo. La pasión ciega, perversa y homicida del trabajo transforma la máquina libertadora en instrumento de esclavitud de los hombres libres. ¡Oh, pereza, madre de las artes y de las nobles virtudes, sé tú bálsamo de las angustias humanas!” (P. LAFARGUE, El derecho a la pereza, 1880).

10. A la vista de que los españoles son víctimas del hechizo del trabajo como opio del pueblo, quizás haya llegado la hora de que los desocupados voluntarios levanten su voz e impugnen el totalitarismo del mercado laboral y, por extensión, del capitalismo. Ya que los trabajadores y sus legítimos representantes se han revelado como los compinches de la opresión, sólo entre los ociosos (aristócratas, artistas y contemplativos en general) pueden depositarse esperanzas en una próxima transformación del mundo.

Claro que dicha transformación no se hará en la dirección del saqueo de la naturaleza y de la explotación del hombre por el hombre, sino de la inacción y la poética de la subsistencia. La religión en la que creerán las personas libres ya no será el acopio de bienes y la profanación del tiempo personal en aras de la predación compulsiba de recursos materiales, sino la austeridad y la satisfacción sencilla de las mínimas necesidades cotidianas.

Más que en los trabajadores, los profetas sociales deben inspirarse en los faquires, pues los libertadores del futuro no serán los atareados, sino los perezosos.

Escrito por MUTANDIS a las 5:52 PM | Comentarios (1)

28 de Enero 2005

ARGUMENTARIO VATICANO

La invención de una conspiración antirreligiosa para recuperar posiciones en una sociedad cada día más materialista no es nueva: se ha intentado miles de veces, y unas veces ha dado resultado y otras, no.

Yo, que leo cada semana Alfa y Omega (el semanario del Arzobispado de Madrid que regala ABC los jueves), puedo asegurar que ni una de las supuestas "razones" son suyos: son una traslación literal del "argumentario vaticano" que circula por los lobbies nacionalcatólicos.

Este argumentario está lleno de falsedades, tergiversaciones interesadas y mentiras flagrantes (que no fragantes). Pero como no tengo tiempo, ni ganas, de contestarlas, me limito a invitar al lector a visitar la web y buscar información veraz sobre el tema. Ítems de búsqueda: laicidad, libertad religiosa, democracia, tolerancia, etc.

Sólo un ejemplo de mentira que circula:

"¿Por qué nuestro gobierno se empeña en quitar la Religión de las escuelas poniéndose en contra del deseo de la mayoría de los españoles?" (Jesús Asensi, carta al director de Alfa y Omega).

Respuesta vaticana: porque el PSOE quiere exterminar a los católicos en las cámaras de gas.

Respuesta de Vox Populi: la reforma de la Ley de Calidad impone la obligatoriedad a los centros la enseñanza de la religión católica (versión hard), la cual será optativa para los alumnos.

¿Quién miente y por qué? Respuesta fácil: mienten ellos, y lo hacen para jalear una sublevación popular en contra del Gobierno legítimo de la nación.

Escrito por MUTANDIS a las 12:38 PM | Comentarios (0)

LA DERECHA ESTÁ TRISTE

La derecha está triste, ¿qué tendrá la derecha? Los oprobios se escapan de su boca de fresa...

No, en realidad el nacionalcatolicismo no está triste: está rabioso. Y no le faltan razones:

a) Aznar se propone recatolizar España, pero los españoles se lo impiden en las urnas;

b) el Papa trata de incluir en el texto dela Constitución Europea una alusión a las "raíces cristianas de Europa", pero los demócratas europeístas se lo impiden con sus votos;

c) el Presidente de la Comisión Europea intenta gobernar con un ultraderechista católica en su equipo (infausto Buttiglione), y los europarlamentarios se lo impiden;

d) Mariano Rajoy lidera una campaña desde el 15-M en aras a la descalificación sistemática del PSOE y ZP, y las encuestas demuestran que la izquierda no sólo se mantiene, sino que avanza.

¿Cómo no va a estar rabiosa, la derecha? El Pueblo en masa ha tomado el timón del barco de la democracia, y los poderes fácticos ya no saben qué hacer para recuperarlo por las buenas... o por las malas.

Escrito por MUTANDIS a las 12:21 PM | Comentarios (1)

LA PINZA PP-IGLESIA

Que no haya persecución anticatólica (porque NO LA HAY) no significa que la pinza nacionalcatólica que han formado el PP y la Conferencia Episcopal no esté intentando engatusar a los incautos.

El otro día vi en el escaparate de una librería el siguiente libro de Pío Moa, terrorista del GRAPO que ahora reescribe la historia en clave aznaril: "1934. Empieza la Guerra Civil". Subtítulo: "El PSOE y la Esquerra desatan el conflicto", o algo así.

Está claro que el nacionalcatolicismo no ha vuelto: es que estaba debajo de la alfombra, esperando a que alguien tocara algo DE VERDAD (como está haciendo ahora la izquierda) para desempolvar sus armaduras y sus tizonas.

Pero la sociedad española, a diferencia de la que sufrió el golpe de Estado franquista, ya no es la que era: ya sabe leer, tiene autonomía de criterio, se informa, compara, habla, comenta, escucha, discute... y vota en consecuencia.

Claro que hay a quien no le gustan ni la democracia, no el Estado social y de derecho, ni la España de las autonomías, ni el talante, ni la sonrisa, ni el diálogo, ni la ecuanimidad estatal respecto a las creencias religiosas...

En fin, para qué seguir, si nos conocemos todos. ¿O no?

Escrito por MUTANDIS a las 12:19 PM | Comentarios (0)

27 de Enero 2005

EL PECADO DE LA DESMEMORIA

En otra ocasión hablé de la exasperada impaciencia de nuestra época, que lleva a considerar "antiguo", o "pasado", cuanto ha sucedido y hasta sucede, de manera que las cosas (se ve en las novedades artísticas: las películas, los libros, los discos), sólo por ya existir, se empiezan a juzgar pretéritas. En 2005, por ejemplo, se conmemoran el cuarto centenario de la publicación del Quijote y el segundo de la batalla de Trafalgar, pero, sin salir aún del 2004, tenemos la sensación de estar saturados respecto a ambos aniversarios, de modo que cuando por fin llegue la fecha, todo nos resultará redundante, pelmazo y anticuado. ¿Otra vez? ¿Más de esto? ¿No les basta?, serán nuestras reacciones. Que las celebraciones de una fecha se adelanten disparatadamente a la fecha celebrada obedece en parte, supongo, a esa conciencia, inducida y falsa, de que lo que ya es y ha llegado, en realidad ya fue y se ha ido. Cualquier cosa, por el mero hecho de ser presente, es ya pasado.

A gente tan aprovechada como suelen ser los políticos, la perversión del tiempo que padecemos no podía pasarle inadvertida, y les tocaba sacar tajada. El fenómeno es universal, pero unos tienen mayor cinismo que otros, y en España se lleva la palma el Partido Popular, para variar. Cada dos por tres oímos a sus dirigentes referirse a la Guerra de Irak en que nos metió arbitraria y personalmente Aznar, o a la catástrofe del Prestige, o a las sombrías negligencias gubernamentales en lo relativo al accidente del Yak que mató a sesenta soldados, como al "pasado". No lo remuevan más, vienen a decirnos, a qué ocuparse ahora de esos asuntos "remotos". O "Hay que pasar página", esa insoportable y estúpida frase acuñada por Aznar (creo), como si pasar la página de un libro supusiera olvidar al instante lo leído en la anterior: así le cunden sus lecturas.

Huelga añadir, además, que pasados mucho más pasados, como el GAL, no tienen inconveniente en traerlos a colación cuando les favorece. Pero no son los únicos: lo mismo Bush que los europeos que se le opusieron ante la invasión de Irak (o que no lo secundaron, más bien) hablan a menudo de "dejar atrás las diferencias pasadas". ¿Qué significa toda esta manipulación? Cierto que ninguna ciencia ha establecido de manera nítida e incontrovertible las fronteras del pasado, el presente y el futuro, y que se podría admitir que el presente, de tan breve, sensu stricto no existe -un segundo, una fracción, una milésima; y en seguida es ya pasado-, y que, así, todo sería, o bien pasado, o bien futuro.

Pero la verdad es que, más allá de eso, la tendencia de la humanidad ha sido siempre la contraria, esto es, creer que lo único que de veras existe es el presente: entendido, eso sí, en un sentido lato, relativo y amplio, con alguna duración. Así llevamos funcionando demasiados siglos para que esa percepción del tiempo sea abolida de golpe por las impaciencias "sociales" —y por las interesadas palabras de los poderosos. Lo que estos últimos individuos tratan de hacer colar es en realidad la idea de que todo prescribe instantáneamente... siempre y cuando les convenga a ellos.

¿Que lo del Prestige fue peor de lo que pudo ser por la incompetencia de los ministros Cascos y Rajoy? Nada, eso es pasado. ¿Que todos los despropósitos del Yak y la posterior y dolosa chapuza con la identificación de los cuerpos se debieron a la frivolidad de Trillo y a la tacañería de Aznar? No me vengan con historias antediluvianas. ¿Que la participación de España en la Guerra de Irak fue una despreciativa tozudez de Aznar, en contra de la mayoría de los españoles, y además un error, y además una decisión sustentada sólo por mentiras? Déjense de eso, la actualidad manda.

Nada de esto ocurrió hace quince ni diez, ni siquiera cinco años, sino hace dos o menos. Esa Guerra continúa, los restos del petrolero persisten, muchas víctimas del avión no descansan aún en paz y seguramente habrá que exhumarlas. Pese a la tendencia que mencioné al principio, y a la desmemoria general, las cosas no prescriben ni se olvidan tan fácilmente, aunque ya no sean "novedad". ¿Cree el PP que si los responsables del PSOE en la época del GAL siguieran al mando visible, su partido habría sido votado como lo fue el 14 de marzo? ¿Y cree que mientras a su propio frente continúen Rajoy, Acebes, Zaplana y otros -y Aznar suelte deslealtades en un inglés prehumano y con acento equivalente al que tenían en español Laurel y Hardy cuando se doblaban-, cree que la gente lo votará de nuevo, incondicionales aparte?

Hay una imagen, como mínimo, que no prescribirá en mucho tiempo: la del actual PP en pleno ovacionando, de pie y con una sonrisa en los labios, su decisión de que nuestro país apoyara y participara nada menos que en una guerra. Que además era ilegal, injusta e innecesaria, y también falaz. Que a los norteamericanos les haya dado eso lo mismo no significa que suceda otro tanto con los españoles. Quienes son los únicos, dicho sea de paso, que pueden volver a votar al PP en todo el mundo.

JAVIER MARÍAS

Escrito por MUTANDIS a las 8:43 PM | Comentarios (0)

EL RETORNO DEL NACIONALCATOLICISMO

En un artículo titulado, “Mentalidad cristiana de la vida” y publicado en el semanario Alfa y Omega del 27 de enero de 2005, Mercedes Gordon plasma algunas de las constantes del catolicismo español desde el 14-M.

Así, afirma:

¿Tiene la sociedad española una mentalidad cristiana de la vida? Yo creo que sí, aunque existen fuerzas empeñadas en hacernos creer que no, incluso en hacerla desaparecer. Sin embargo, resulta evidente su debilitación y pérdida de nivel en amplios sectores sociales, los más vulnerables al contagio social de las modas y los modos solapadamente impuestos para desevangelizarnos.

La autora no duda (como no lo dudaba Menéndez Pelayo, Ramiro de Maeztu, Francisco Franco o, hace unos días, no lo duda Karol Wojtila) que España y catolicismo son una y la misma cosa.

Esta identificación mística de patria y religión, que se conoce con el nombre de nacionalcatolicismo, cuenta hoy en día con pocos adeptos, aunque la Conferencia Episcopal está empeñada en que sean más, muchos más, y a emplear cualquier arma (moral o inmoral) para conseguir que así sea.

Lo más chocante del caso es que, siendo para el nacionalcatolicismo evidente la mutua imbricación de ambas devociones, se encuentre hoy en día en tan franca decadencia. ¿Acaso tiene la Iglesia Católia alguna responsabilidad en ello, por ejemplo, al sostener valores que ya no son el de la mayoría de los españoles? ¡De ningún modo! La culpa es de una vasta conspiración que pretende (como en 1931, ¿recuerdan?) extirpar la auténtica alma de la patria y entregarla en brazos del enemigo, ateo o musulmán.

Continúa Gordon:

Han sido muchos, y muy fuertes, los embates que esa secular mentalidad cristiana de la vida, tan nuestra, ha recibido en las últimas décadas. Décadas en las que la empresa de secularización, o mejor dicho, secularismo, acometida con eficacia desde lobbies ideológicos, políticos y económicos empeñados en desfigurar el rostro y el alma de España, nos ha colocado en la situación actual.

Creo que no hay que ser muy listo para saber a qué diana apuntan los dardos de Gordon. Está aludiendo claramente al tándem PSOE-Grupo Prisa, que con tanto ahínco se empeñan en denunciar los nacionalcatólicos, a despecho de contar con plataformas tan entregadas a su causa como la Cadena COPE, el grupo Prensa Española o el grupo Planeta.

Para esta autora, la secularización de la sociedad española no es producto de la progresiva alfabetización de los ciudadanos, ni de su esperada entrada en la edad adulta de la razón gracias a la extensión de los derechos civiles. No: para Gordon, y para los nacionalcatólicos en general, son los socialistas (materialistas, ateos y, muchos de ellos, divorciados u homosexuales) y su emporio comunicativo quienes han llevado al país por el camino del Diablo.

Hace setenta y cinco años, el enemigo imaginario era la conspiración judeomasónica; ahora, es el prisocialismo. Las caras del enemigo han cambiado, pero la paranoia del católico permanece invariable.

Prosigue Gordon:

España, como tantos otros países de Europa, aunque haya tardado más, se encuentra ahora, al empezar este nuevo siglo XXI, con la realidad de haber separado el campo de la fe y el campo de las decisiones políticas y de las leyes, que ya no son más que cosa del Estado, según creen muchos equivocadamente

Aquí Gordon defiende ya directamente un modelo sociopolítico de clara vocación inconstitucional. Pues, como se lee en la Carta Magna, España se constituye en un Estado social, democrático y de derecho, es decir: en una democracia representativa donde las leyes emanan de las Cortes Generales, elegidas libremente por el Pueblo soberano.

Pues no: para el nacionalcatolicismo que difunde el Arzobispado de Madrid cada semana desde los quioscos (eso sí: gratuitamente porque, de otro modo, dudo que contase semejante panfleto con ninguna viabilidad editorial), nuestra democracia es un error porque se sustrae a la tutela eclesiástica y entrega a la chusma el timón de su propio nave.

Ahora bien: para la autora, aún no está todo perdido. Aún puede conminarse a las masas descristianizadas por el Maligno a rebelarse y volver al redil de la Santa Madre Iglesia. Van a despertar del sueño, ya lo creo, y si no lo hacen por iniciativa propia, va a encargarse el Arzobispado de Madrid de tocar las campañas a rebato:

La situación está tocando fondo; Hasta tal extremo, que se aprecia un cambio de actitud social. Los bautizados de a pie, asociados y no asociados, no están dispuestos a mantenerse pasivos e indolentes. Están actuando: millones de firmas recogidas para exigir la enseñanza de la religión y millones de firmas para presentar una iniciativa legislativa popular que frene la confusión de denominar matrimonio la unión de dos homosexuales y sus graves consecuencias.

Unas decisiones de índole estrictamente política han sido llevadas al terreno del combate religioso, de la cruzada por la fe. ¿No les suena todo esto a muy antiguo: a manual añejo de historia de España, donde los curas arengaban a la plebe a luchar contra la invasión de influencias extrañas a la tradición autóctona? No, si cualquier día acusarán al PSOE de afrancesado…

Mientras llega el momento de la insurrección (civil o militar: Gordon no lo precisa… aún), la autora se consuela apropiándose de los valores morales como si los hubiesen inventado los católicos:

Esos millones de personas saldrían a la calle si fuera necesario demostrar que no quieren que se pierda en nuestro país la mentalidad cristiana de la vida y sus valores: amor, familia, respeto y servicio al prójimo, honradez, laboriosidad, solidaridad, capacidad de sacrificio, generosidad...

Más claro, agua bendita:

a) a un lado, ellos, auténticos españoles, católicos de pura cepa, defensores en solitario de la verdad y la vida, de los auténticos valores, de la única verdad que puede defenderse con castizo orgullo y rancio honor;

b) al otro lado, los otros, los usurpadores, los totalitarios de la democracia, los prisocialistas, que amenazan todas las libertades que tanto les ha costado (¡a ellos, que auparon a Franco al poder y le mantuvieron en él durante cuarenta años!) conquistar y que nosotros, que perdimos la Guerra Civil y tuvimos que decidir entre exiliarnos o morirnos de asco bajo una bárbara dictadura, ahora les queremos arrebatar.

Hace falta haber recibido una educación defectuosa o ser una mala persona para incitar al odio a los hermanos única y exclusivamente porque el Gobierno emanado de las urnas impulse una legislación que reconozca los derechos de los homosexuales y ampare la libertad de los padres a que sus hijos puedan NO reciban formación religiosa obligatoria.

El nacionalcatolicismo ya está aquí: ha despertado de su semiletargo. Los hombres y mujeres que creemos en la democracia no podemos quedarnos de brazos cruzados. Hay que defenderse de esta amenaza en la sombra que, cada día que pasa, ocupa más y más la escena. Reaccionemos, o luego nos tendremos que lamentar… de rodillas y con los brazos en cruz.

Escrito por MUTANDIS a las 8:42 PM | Comentarios (1)

CARTA AL SANTO PADRE

Dice el Papa de Roma (leyendo un escrito que algún malintencionado le ha debido pasar, porque el pobre hombre ya no está para muchos trotes) que en España hay dificultades para ejercer el derecho fundamental a la libertad religiosa.

Mire, Santo Padre: en el calendario laboral de mi ciudad, Sevilla, figuran 13 días festivos, aparte de los domingos. De esos 13, 7 son de índole religiosa: Epifanía del Señor, Jueves Santo, Viernes Santo, la Inmaculada, la Natividad del Señor...

En mi ciudad, Sevilla, cuando llega Semana Santa hay que hacer las maletas porque los católicos practicantes ocupan las calles con sus procesiones, pasos y bandas de música.

En mi ciudad, Sevilla, el diario más vendido es el ABC, el cual regala cada jueves un suplemento editado por el Arzobispado de Madrid en el que se critica al Gobierno, al PSOE, a los ateos, a los laicos, a los homosexuales, a las feministas y a la democracia en pleno (literal: tengo pruebas).

En mi ciudad, Sevilla, no se puede andar por la calle sin encontrar en cualquier esquina, árbol, farola o ventana un pasquín anunciando el Tríduo, la Cruz de Mayo, la Sagrada Coronación o mil y una celebraciones católicas, apostólicas y romanas.

Santo Padre, con toda la simpatía personal le digo: la próxima vez que un escribano del Opus Dei la pase un papel, sométalo antes de leerlo en público a un control de calidad histórico, filosófico y social.

De lo contrario, Santo Padre, corre usted el riesgo de hacer el ridículo en público. Y eso es algo, venerable caballero, que yo no le deseo ni a mi peor enemigo.

Un saludo muy cordial desde mi Sevilla católica y fervorosa.

P.S. ¡Ah! Se me olvidaba. Sobre la persecución a la que los católicos dicen que están sometidos, le invito a pedir que le lean la información contenida en la siguiente web. Trata sobre las persecuciones a las que han sido sometidos... los cristianos que no obedecían al Papa de Roma.

http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=583&IdSec=134

Escrito por MUTANDIS a las 11:38 AM | Comentarios (1)

ROMA CONTRA LOS CRISTIANOS

La Iglesia Católica no tiene nada que ver con el cristianismo, ni siquiera con la religión. Es un enorme aparato de poder, heredero del Imperio Romano, cuya única ambición es controlar las conciencias para hacerlas más sumisas a los intereses de la clase dirigente. No es teoría: es historia, sociología y realidad.

Ejemplo: la corriente Somos Iglesia, formada por cristianos de pura cepa, han recibido el desprecio y la intransigencia de El Vaticano por proponer, por ejemplo, que las mujeres puedan ser ordenadas sacerdotes o que el celibato de los curas sea opcional.

Otro ejemplo: la Asociación Juan XXIII, formada por teólogos cristianos, recibe por parte de la jerarquía todo tipo de descalificaciones por pensar con libertad y no acatar la obediencia militar a la que Ratzinger y el Papa les quieren someter.

Hay mil ejemplos más: podéis consultar el libro de P.M. Lamet, La rebelión de los teólogos (Plaza y Janés, 1991) donde se habla de la Teología de la Liberación, de la Declaración de Colonia, etc., etc.

Cristianismo es libertad; catolicismo es opresión.

¡Ah! Para ladislao: yo hablaré de lo que me dé la gana cuando me dé la gana. No pienso someter mis intervenciones al ritmo que marca el Telediario. Me considero con la suficiencia independencia de criterio para escribir lo que quiera sin pedirte permiso.

Escrito por MUTANDIS a las 11:33 AM | Comentarios (0)

25 de Enero 2005

CATOLICISMO Y ECOLOGISMO

En palabras reproducidas por el diario El País, Francisco Ortega, delegado de Pastoral Familiar de la diócesis de Canarias se preguntaba: “¿por qué pueden defender lo natural los ecologistas y nosotros no?” (22 de enero de 2005, pág. 30).

Parece un chiste, pero no lo es. Las alusiones a un presunto fundamento natural de los dogmas cristianos es constante en los últimos meses. Basten unos ejemplos para demostrarlo:

a) En un artículo publicado por Alfa y Omega, publicación del Arzobispado de Madrid, José Lumbreras califica el cristianismo como “una alta y sólida torre de valores aportados por la moral y directrices sobre la base de leyes y principios naturales”.

b) En una conferencia pronunciada por el Cardenal Alfonso López Trujillo en el transcurso del Congreso sobre Educación y Familia, y reproducida por la misma publicación, se lee: “La familia no será pulverizada. Se trata de una institución natural, base de la sociedad basada en el matrimonio”.

c) En el acto de presentación de la campaña de la Conferencia Episcopal contra el matrimonio homosexual, su portavoz, Juan Antonio Martínez Camino declaró: “El matrimonio humano responde a la naturaleza de la persona humana. La Iglesia no ha inventado nada”.

A bote pronto, a uno le sorprende encontrar tan insistentes alusiones a la naturaleza y tan pocas (por no decir: ninguna) referencia a Dios. No creo aventurado afirmar que, hace treinta años, a ningún clérigo se le habría ocurrido apelar al adjetivo “natural” cuando tenía tan a mano el adjetivo “divino”: no en vano, en ambos casos se están refiriendo a una presunta instancia última, firme y estable, que nos otorgaría un suelo sobre el cual asentar una moral que huye del relativismo como del diablo.

Las razones que han podido espolear a los clérigos a trocar a Dios por una naturaleza pueden ser diversas:

a) que el catolicismo se ha convertido en un deísmo, ya saben: esa herejía ilustrada que identificaba a Dios con la naturaleza, de manera que estudiar a ésta significaba conocer mejor a —y creer con más firmeza en— Dios;

b) descartada esta hipótesis por motivos obvios, también es posible que la Iglesia Católica se haya percatado de que Dios ya no “vende” lo suficiente en el mercado de la propaganda mediática, mientras que la naturaleza sí que está de moda, es moderna y tiene futuro.

Yo, claro está, me inclino por la segunda opción: la Iglesia Católica utiliza a la Naturaleza en sus mensajes por motivos de márketing, de estrategia comunicativa. Otro motivo, está descartado. No en vano, el catolicismo es una ideología antinatural por naturaleza (valga la redundancia). ¿Por qué?

1. Porque el mensaje crístico es contrario a lo más natural de la vida, que es el morir: la buena nueva que nos anuncia Jesús de Nazaret es que la muerte no existe, que es un mero tránsito a un mundo mejor, sí, pero que no se ve, ni se toca, ni se huele (o sea: que no se percibe de manera natural sino, claro, sobrenatural).

2. Porque los enemigos clásicos del cristianismo, ahora y siempre, han sido el Mundo, el Demonio y la Carne, es decir: la sensualidad, el cuerpo, los placeres, la voluptuosidad, los apetitos, la tentación… todo aquello que caracteriza a los seres vivos como tales y los diferencia de los minerales.

3. Porque el sentido de la Iglesia como institución terrenal consiste, única y exclusivamente, en negar la validez ontológica de lo visible natural para privilegiar la superioridad de lo invisible sobrenatural: del espíritu, del alma, de todo aquello que no se corrompe con el tiempo ni perece con la muerte.

Al igual que la budista, y a diferencia del taoísmo, la religión cristiana, desde su origen, se basa en el combate contra lo natural. Tratar de reciclar veinte siglos de historia para hacer frente a un episodio reciente de impopularidad, además de infructuoso, sólo puede calificarse con un nombre: falsificación.

Escrito por MUTANDIS a las 6:55 PM | Comentarios (0)

¿MAYORÍA CATÓLICA?

El catolicismo está en plena crisis de identidad. Quienes se afirman creyentes, sostienen tesis contrarias (y aun irreconciliables) con sus superiores jerárquicos, los obispos.

Veamos un ejemplo.

¿Forman los católicos una mayoría en España? Si es así, ¿tienen derecho a exigir que se les trate con la deferencia reservada a quien ostenta el poder numérico, estadístico? Si no es así, ¿cuál es la actitud que deben mantener los ateos respecto a ellos?

Las respuestas son variopintas y excluyentes entre sí.

a) La jerarquía arremete contra el discurso que deposita en la ?mayoría? y sus representantes políticos el derecho a gobernar los destinos de la comunidad.

Cardenal Alfonso López Trujillo: ?Existe una grave amenaza contra la familia. Los principales responsables son los políticos y legisladores, que han perdido el sentido de la ley [sic], puesto que no analizan lo que la sociedad necesita realmente? (Alfa y Omega, ABC, 16 de diciembre, pág. 5).

Monseñor Schooyans, catedrático emérito de la Universidad de Lovaina: ?Actualmente, todos los regímenes democráticos recurren a la regla de la mayoría. ¿Cuál es el resultado de esta situación? Bajo la apariencia de tolerancia o pluralismo, se nada en el relativismo. Consecuencia inevitable: se derogan, en nombre de la mayoría, los derechos más fundamentales?.

Conclusión: a la jerarquía, la apelación a la mayoría abre la puerta a ?la mentira y la violencia? (Alfa y Omega, ABC, 16 de diciembre, pág. 27)

b) Los intelectuales orgánicos de la Iglesia se mueven entre la reivindicación de la mayoría y el reconocimiento de la propia minoría, con el consiguiente alegato en favor del respeto a sus propias posiciones.

Carlos de la Casa, director de la Universidad Internacional Alfonso VIII: ?Una encuesta reciente ha hecho público que el 80% de los padres con hijos en edad escolar solicitan una enseñanza católica para éstos. ¿Debemos recordar a la ministra de Educación que la democracia viene marcada por las mayorías?? (Alfa y Omega, ABC, 16 de diciembre, pág. 26)

Ignacio Sánchez Cámara, escritor y apóstol seglar: ?La libertad de expresión de la Iglesia no se encuentra limitada por la conformidad forzosa con las propuestas legislativas del Gobierno. Criticar a la mayoría nunca es antidemocrático. Silenciar a las minorías sí que los es? (ABC, 9 de diciembre).

En este caso, ni siquiera sabemos si los católicos se consideran mayoría o minoría, o tal vez es que se tienen por minoría política pero mayoría moral, o ya no sé. La cuestión es que aparece clara la contradicción entre quienes se permiten cargar contra la mayoría parlamentaria, pero exigen el máximo respeto por creerse mayoría confesional. Luego volveremos sobre esto.

c) La base social de los católicos tienen muy claro que ellos forman mayoría y que como tal hay que tratarla, es decir: plegándose a sus deseos, plasmados no se sabe dónde ni por quién.

?El Gobierno de Zapatero no respeta a la mayoría católica en muchas de sus decisiones en su labor de Gobierno. Zapatero no gobierna para la mayoría de los ciudadanos? (M. MARTÍNEZ GARCÍA, cartas al Director, ABC, 24 de diciembre de 2004, pág. 8).

Para los católicos de a pie, pues, los católicos son mayoría y como tal hay que respetarla y legislar en su favor.

Ahora vamos a por la batería final: declaraciones personalizadas y datos fríos, únicos argumentos para detener una peligrosa deriva hacia el absurdo (pues tanto se afirma una tesis como la contraria).

1. En el último Informe sobre la Juventud publicado por el Ministerio de Asuntos Sociales, el porcentaje de los jóvenes que se declaran ?católicos prácticantes? ha pasado del 28% en 2000 al 14% en 2004.

2. Según la encuesta Jóvenes y Religión, realizada por la Fundación Santa María (marianista) y publicada en 2004, sólo el 5% de los jóvenes sigue la doctrina de la Iglesia en materia sexual.

3. ?Los católicos tenemos resuelto este asunto. Nadie, salvo una minoría muy conservadora, hace caso de la doctrina de la Iglesia?. Son palabras de Fernando Vidal, joven profesor de sociología de la Universidad Pontifica de Comillas, de inspiración jesuita. Y continúa: ?La jerarquía debería aceptar cuanto antes que somos una minoría mayoritaria? (El País, 23 de enero).

4. ?Una vez una persona que se me declaró atea me exigió la comunión para sus hijos como un derecho, por ser español?. Lo dice Miguel Ángel Ferrari, catequista salesiano, en palabras recogidas por el mismo medio.

Ahora es cuando hablo yo y expongo mis razones.

La mayoría de católicos no puede ser avalada con las cifras de bautismos, ni de comuniones, ni de matrimonios eclesiásticos. Al igual que los hinchas del Real Madrid son aquellos que pagan su cuota anual o, como mínimo, asisten al estadio para contemplar los partidos en directo, y no quienes asaltan las calles cuando el equipo se proclama campeón de Liga, católico es única y exclusivamente aquel creyente practicante que observa todos y cada uno de los sacramentos instituidos por la Santa Madre Iglesia. Precisamente, por la progresiva descarga ritual del catolicismo español en pos de la conservación nominal de los supuestos creyentes, éste se ha acabado convirtiendo en una religión sin influencia social, pura entelequia a la que se apela en momento de apuro o ante la perspectiva infausta del más allá de la muerte (como muy atinadamente comentaba alguien en el foro Dazibao de www.elmundo.es).

La mayoría que cuenta en democracia es la que expresa su opinión por la vía del voto libre y secreto depositado en una urna. Si los católicos creen que el actual Gobierno gobierna en contra de ?su? mayoría moral (aunque, por la lógica aritmética, a favor de la mayoría política), basta con que formen un partido político y concurran a las elecciones en plano de igualdad con el resto de formaciones. En ese caso, podrán gestionar sus reivindicaciones y erigirse, entonces sí, en mayoría legítima y legal, y decidir los destinos de la comunidad.

Mientras esto no ocurra, cuando me llega cualquier referencia de un católico a la retórica de las mayorías, simplemente desconecto el receptor.

Escrito por MUTANDIS a las 6:53 PM | Comentarios (0)

24 de Enero 2005

MADRID, CAPITAL DEL PECADO

En declaraciones recogidas ayer por la Cadena SER, el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Rouco Varela, afirmó que hoy en día "en Madrid se peca masivamente".

No tengo ninguna duda. Veamos algunos de los pecados que se cometen en Madrid:

a) los hinchas de fútbol que asisten a partidos que se celebran en campos de la capital de España profieren insultos racistas contra los jugadores de color, ya sean de su propio equipo o del contrario;

b) los asistentes a una manifestación en contra del terrorismo agreden a un ministro elegido democráticamente, mientras aplauden al secretario general de un partido de la derecha;

c) los acólitos del extremismo radical españolista se congregan junto a la puerta del Congreso para insultar a cualquiera que penetre en él y no comulgue con sus "firmes principios morales";

d) los votantes del principal partido de la oposición inundan los foros de internet con sus injurias y difamaciones contra cualquier que exponga, con respeto y argumentos, sus opiniones sobre lo humano y lo divino...

Podría continuar. Ejemplos no faltan para avalar la opinión de Rouco Varela. En Madrid se peca masivamente: contra los derechos fundamentales de la persona, contra la convivencia pacífica y democrática y contra los principios postulados en la Constitución.

Escrito por MUTANDIS a las 11:48 AM | Comentarios (2)

22 de Enero 2005

LOS ABUSOS SEXUALES DEL CLERO

LA2 de Televisión Española emitió el pasado 16 de enero de 2005 un documentado documental acerca de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos en Estados Unidos, titulado “El silencio púrpura”. Se trata de una producción del año 2004 de C.VideoFilms, realizado por Mary Healey Conlon, “católica ferviente”, según sus propias palabras.

En el documental se pueden escuchar declaraciones de víctimas de los abusos, de un sacerdote que los cometió (y que nunca fue procesado por ello), de periodistas que los investigaron y de representantes de la jerarquía eclesiástica que los encubrieron.

No se trata de un reportaje morboso, que se complazca en detalles gratuitos. Se limita a exponer unos hechos que eran conocidos sobradamente por los obispos que recibieron las denuncias, y que no sólo no hicieron nada para ponerlas en conocimiento de la justicia ordinaria, sino que hostigaron a los denunciantes con amenazas de ser denunciados por difamación.

Según el informe presentado por la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, y redactado por John Jay, en el período comprendido entre 1950 y 2002 se cometieron 10.667 abusos sexuales contra menores a manos de 4.392 sacerdotes católicos. Los cargos oscilaban entre “exhibición de material pornográfico” a “penetración oral y anal”, y se detallaban cuáles eran las denuncias comprobadas y el número de abusos demostrados.

En el documental se puede escuchar el testimonio de cinco víctimas de abusos: Mark Serrano; Lee White, Peter Isely, Barbara Blaine, ahora miembro del Movimiento Obrero Católico de Chicago; y John Bambrick, sacerdote en activo, y por tanto nada sospechoso de inquina contra su propia Iglesia.

El problema es que, hasta esa fecha (2002), los obispados norteamericanos habían recibido numerosísimas denuncias de dichos abusos, y nada se hizo por perseguir a los infractores, quienes simplemente eran trasladados de diócesis tras ser descubiertos. Resulta especialmente estremecedor el caso del sacerdote James M. Silva, que por dicho motivo fue trasladado 12 veces en 16 años.

No sólo eso:

a) en 1985, los obispos Peterson y Doyle elaboraron un informe donde se ponían en conocimiento de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos la existencia de los abusos;

b) a raíz de la publicación de dicho informe, el diario Boston Globe denunció en un artículo que el cardenal Law conocía el problema y lo había mantenido en secreto;

c) en 1992, el periodista Jason Berry había publicado el libro titulado Lead us not into temptation donde se delataban los abusos y los esfuerzos de la jerarquía porque no trascendieran a la opinión pública.

Fue el obispo O’Brian quien, tras ser detenido en 2002 por conducir bajo los efectos del alcohol, confesó haber participado en expediciones para llevar a menores a residencias particulares, donde sacerdotes católicos abusaban sexualmente de menores de edad.

En el documental aparece monseñor Francis George, arzobispo de Chicago, reconoce “la negligencia” que cometieron “los obispos” que conocieron los hechos y no los canalizaron por vía judicial, y admite “el error” cometido.

Ante la exigencia del juez de que se entregasen todos los documentos sobre el escándalo que obran en poder del Obispado de Rhode Island, reaccionó la Conferencia Episcopal cerrando acuerdos económicos con las víctimas para que se retirasen los cargos.

Wilton Gregory, presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, afirma: “es una historia trágica, pero ya es historia”. Yo entiendo por Historia aquella crónica de los hechos pasados que no causa daño a quien los protagonizaron, bien porque ya han muerto, bien porque han olvidado. Pero las víctimas que aparecen en el reportaje no dan muestras de haberse recuperado del trauma que les supuso verse sometidos a abusos sexuales con 12, 13 ó 14 años. Nada de lo ocurrido, pues, puede borrar la infamia que supone que una institución religiosa que predica el amor y la caridad ampare a quienes atropellan los derechos de los demás.

Escrito por MUTANDIS a las 6:14 PM | Comentarios (1)

CATOLICISMO E HISTORIA-FICCIÓN

Es un hecho bien conocido que las sociedades avanzadas, en las cuales la escolarización obligatoria se considera una conquista, padecen una dolencia que las socava por dentro: el analfabetismo funcional.

Al parecer, la Iglesia Católica ha caído víctima de esta epidemia.

Pues no de otro modo se puede explicar el ejercicio de historia-ficción que constituye el panfleto “Democracia y moralidad”, escrito por Dalmacio Negro y publicado en el semanario Alfa y Omega, semanario del Arzobispado de Madrid que se distribuye gratuitamente con el diario ABC.

Simulando realizar una recapitulación histórica de los valores democráticos, el señor Negro realiza las siguientes afirmaciones:

a) “El Estado social democrático requirió un largo proceso de maduración, que comenzó en la Edad Media, bajo la influencia del cristanismo”.

Parece mucho retroceder, sobre todo cuando se ha liquidado de un plumazo la democracia ateniense acusándola de que “la libertad era para los griegos mera libertad exterior” (¡como si hubiese otra!).

Lo sorprendente es que no se aduce en apoyo de dicha tesis (realmente novedosa, para qué negarlo) ni un autor, ni una fecha, ni un solo ejemplo, ni una definición de qué carajo le debe el Estado social democrático a la Edad Media. ¿Tal vez la teocracia? ¿Las órdenes de caballería? ¿La economía de subsistencia? ¿La superstición? ¿El milenarismo? Silencio total. Para Negro, su afirmación debe tener naturaleza de dogma: no requiere ser demostrada, basta con recibirla acríticamente en nuestro interior iluminado.

b) “Sólo con el cristianismo irrumpió con fuerza la idea de la igualdad esencial y natural de todos los hombres”.

Ignoro a qué se refiere Negro cuando habla de cristianismo, en general: no creo que tenga al catolicismo en mente, con su concepción jerárquica de la Iglesia, su defensa de los valores clasistas y su apoyo (no hipotético, sino históricamente documentado) a regímenes totalitarios y dictatoriales. Acaso piense Negro, al hablar de igualdad, en la que se da entre los soldados de tropa: todos iguales, todos obedientes.

c) [Gracias al peculiar concepto de igualdad de la Cristiandad medieval], prácticamente a finales del siglo XV había desaparecido la esclavitud, que se reintrodujo de nuevo a raíz de los descubrimientos de nuevas tierras y civilizaciones en las que era normal, en el siglo XVI”.

Es decir: si los colonizadores de América sojuzgaron a las poblaciones indígenas, fue por pura cortesía. ¿No dice un refrán español que “allí donde fueres, haz lo que vieres”? De modo semejante procedieron los grandes terratenientes del sur de los Estados Unidos, devotos lectores de la Biblia: secuestraban africanos para utilizarlos como mano de obra gratuita en los campos de algodón, no por carecer del sentido cristiano de la igualdad, sino para emular los hábitos locales de las tierras conquistadas.

Mayor incultura, cinismo e inhumanidad, no se puede tener. Claro está que leemos a un católico, lo cual obliga a aparcar todo lo que uno haya leído, estudiado y analizado, para hincarse de rodillas ante la Cruz.

Pero sigamos, sigamos con el señor Negro.

d) “El despliegue de las posibilidades de la libertad cristiana es lo que explica el paso del Estado aristocrático de la sociedad al Estado social democrático”.

Ni una alusión a la Revolución Francesa, a la Declaración de los Derechos del Ciudadano, a las luchas obreras del siglo XIX. De creer al señor Negro, fueron los monjes y sacerdotes quienes derrocaron al Antiguo Régimen.

Lógico: la consulta de las fuentes documentales le habría proporcionado al señor Negro una visión de los hechos que, aunque ajustada a la realidad, tiraría por tierra su hipótesis: que el catolicismo, modelo donde los haya de opresión del individuo en aras del Poder absoluto, fue el adalid de la libertad, la igualdad y la fraternidad, y que debemos estarle divinamente agradecidos por habernos permitido vivir pacíficamente en democracia.

Ni una palabra del apoyo activo que brindó la Iglesia Católica a las bárbaras dictaduras de Franco, Pinochet, Salazar y Videla; ni una palabra tampoco de su persecución implacable de la disidencia social y el pluralismo ideológico, utilizando la pira inquisitorial como parrilla igualitaria y los Evangelios como sangriento martillo de herejes.

Para mantener inmaculada su crónica de historia-ficción, un católico tiene que relatarla como si de un cuento infantil se tratase: sin alusiones a hechos escabrosos o detalles altisonantes que pudieran romper el hechizo.

e) “El problema de la democracia como consecuencia del Estado social democrático no lo resuelve el igualitarismo, que hace acabe prevaleciendo lo inferior sobre lo superior”.

Acabáramos. Tras un recorrido completamente falso e indocumentado de la historia de las ideas de libertad, igualdad y democracia, el señor Negro dirige la pluma contra su auténtico objetivo: el sistema político implantado desde 1978 en España.

Según él, la democracia igualitaria supone la subversión social, puesto que permite que “lo inferior” (¿el Pueblo? ¿los trabajadores? ¿los gays?) se imponga a “lo superior” (¿el clero? ¿los ricos propietarios? ¿el Opus Dei?). Imposible precisar de qué está hablando Negro: al igual que todo su artículo prescinde católicamente de la verdad histórica, sus análisis se abstienen de precisar quién es quién en su sainete caricaturesco.

Claro que tal vez el señor Negro esté hablando en clave: no para los lectores informados que puedan leer por azar su panfleto, sino para los creyentes que, ya desde el principio, comparten la hostilidad del autor hacia el sistema democrático y se dejan seducir por fábulas iletradas y disparates sin base real ninguna.

f) [En la democracia española actual] “se dogmatiza el relativismo moral, perdiendo su sentido el mando y la obediencia, la autoridad y el poder, resultando imposible gobernar”.

Lo que me temía: para Negro, analfabeto funcional, la igualdad consiste en someterse dócilmente a la guía de un caudillo (el mando), orillando la duda y el diálogo entre opciones morales diversas (el relativismo) y entregándose alegremente (la obediencia) a la celebración de una única Fe: la que irradia de un varón despótico (la autoridad y el poder) que gobierne en aras del orden… católico, claro.

El hecho evidente de que la democracia consiste, justamente, en gobernar mediante el acuerdo y la negociación, el respeto por la libertad del otro y la voluntad de alcanzar un entendimiento pacífico, a un católico se le antoja la antesala de la anarquía: el poder, para merecer dicho nombre, tiene que ser unilateral, indiscutible e impositivo.


P.S. Visto lo visto, ahora comprendemos por qué la jerarquía católica (a través de su organización-títere, la CONCAPA) pretende imponer la enseñanza de la religión en las aulas públicas: para contar la historia a su modo, y mentir sin que se les caiga la cara de vergüenza.

Escrito por MUTANDIS a las 6:13 PM | Comentarios (0)

21 de Enero 2005

¿QUIERES APOSTATAR?

Si no deseas que tu nombre siga figurando en la lista que la Iglesia Católica utiliza para obtener recursos públicos del Estado, rellena y firma el modelo de solicitud que aquí recogemos y entrégalo en la sede del Obispado de tu ciudad.

La persona abajo firmante XXX, con D.N.I. nº XXX, residente en la calle XXX, nº XXX de la ciudad de XXX,

COMUNICA

Que, conociendo que mis datos personales figuran en los ficheros del Obispado de XXX, por haber nacido el día X del mes X del año XXXX en la ciudad de X, provincia de X y habiendo recibido bautismo, y amparándome en los artículos 6 y 16 de la Ley Orgánica 15/1999 de 13 de diciembre de Protección de Datos de Carácter Personal, deniego expresamente mi consentimiento para que dichos datos personales estén en posesión de cualquier órgano o persona jurídica perteneciente a la Iglesia Católica, por lo que

EXIJO
que procedan a la inmediata cancelación de dichos datos. Esta carta implica mi renuncia expresa a la fe católica.

Firma

PROMUEVE: PLATAFORMA LAICA
http://mutandis.bloxus.com

Escrito por MUTANDIS a las 11:55 AM | Comentarios (0)

20 de Enero 2005

DEMÓCRATAS, ¡EN PIE!

1. Lo humano o lo divino.

La Iglesia se arroga el derecho de opinar sobre lo humano y lo divino (sobre todo, de lo humano): matrimonio homosexual, aborto, contracepción, eutanasia, investigación con embriones…

La Iglesia repele, escandalizada, que se declinen sus argumentos porque pertenecen al ámbito civil, en el cual las decisiones se toman por acuerdo mayoritario de los ciudadanos y no por imposición unilateral de una cúpula de varones elegidos por Dios (o eso dicen: en realidad, se eligen entre ellos por el poco democrático sistema de la cooptación).

La Iglesia, cuya base social es desconocida porque no se presenta a las elecciones (aunque habla como si fuera un partido político, y de amplia representatividad popular), habla como si estuviera en posesión de la Verdad revelada. Ahora bien, si se esgrimen la Democracia, la urna y los votos, replican tachando al sistema representativo de “dictadura de las masas” y “totalitarismo estadístico”.

La Iglesia, que dice defender a los pobres pero apoya la política pedratoria de los ricos (el capitalismo neoliberal), abomina del Estado pero, a cambio, se erige en una burocracia teocrática e ilegítima, con su Monarca, sus Ministros y sus funcionarios.

La lista de taras conceptuales y atentados al sentido común que comete la Iglesia Católica cuando se pronuncia públicamente es interminable.

Ante tanto dislate, uno sólo puede reponer: España se rige por una Constitución en la que se reconoce la voluntad popular como sede de la soberanía popular. Si queréis gobernar nuestras conciencias, bajaos de vuestros púlpitos y dad la cara: formad un partido político y someteos a la prueba de las urnas.

De lo contrario, os tendremos por la loca de la casa, que no deja de hablar pero a quien nadie hace caso, porque perdió la razón y sus desvaríos no tienen por dónde cogerse.


2. Juego sucio.

Es evidente que la Iglesia juega sucio, porque sus propósitos son estrictamente electorales (recolectar votos para el Partido Popular) utilizando medios de dudosa moralidad: radio, televisión…

También juega sucio el Partido Popular que, para no perder al votante laico de centro, le delega a la Confederación Episcopal la tarea de arrastrar hasta las urnas a los ultracatólicos. ¡Bonito contubernio que recuerda demasiado al nacionalcatolicismo de infausto recuerdo para los que tenemos memoria (o, en su defecto, leemos)!


3. Cinismo vaticano.

Después de lo dicho, estas palabras publicadas en el editorial de la revista jesuítica La Civiltà Catolica sólo pueden considerarse como una muestra del típico cinismo al que nos tiene acostumbrados El Vaticano:

“La reacción laicista se explica quizá por el temor a que los católicos puedan hacer prevalecer en el terreno legislativo sus principios éticos y, por tanto, obstaculicen a quienes practican la liberalización de las costumbres”.

a) Para que los católicos puedan traducir en leyes sus dogmas, deberían primero confiar en la democracia y su sistema de mayorías (lo cual es poco viable, a la vista de los ataques episcopales a la “dictadura de la masa”, que es como ellos denominan a nuestro modelo político constitucional).

b) Que los católicos se planteen su acceso al poder como un medio para “hacer prevalecer sus principios éticos” plasma a la perfección su atávica y secular intransigencia, ya que el gobernante democrático debería actuar pensando en el interés general y no en sus propios principios morales.

c) Que los católicos planteen como meta de una presunta victoria electoral el “obstaculizar la liberalización de las costumbres” (o sea: la represión de las libertades públicas) nos retrotrae a épocas que creíamos superadas. Por imperativo legal, el Pueblo es soberano y tolera en su seno todas aquellas creencias, prácticas y conductas que no sean delictivas: que los católicos se propongan erigirse en “obstáculo” para el ejercicio de la autonomía personal debería poner en guardia a los demócratas contra este nuevo ataque frontal a nuestro sistema de derechos y libertades, que tanto sudor y sangre nos ha costado y que ninguna cohorte de ensotanados está legitimado a vulnerar.


4. Demócratas, ¡en pie!

Los virulentos y continuos ataques que los católicos están dirigiendo contra la democracia y el Estado de Derecho desde sus plataformas medáticas (sustentadas con cargo a los Presupuestos Generales que pagamos todos los españoles, sobre todo los agnósticos y descreídos) no pueden quedar sin respuesta. Los demócratas debemos ponernos en pie y volcar todo nuestro esfuerzo en la defensa activa de los valores constitucionales, ahora mismo víctimas de una cruenta cruzada por parte de los fundamentalistas católicos que llevaron a España a una sangrienta Guerra Civil.

Escrito por MUTANDIS a las 11:54 AM | Comentarios (0)

19 de Enero 2005

EL OPUS DEI Y EL VATICANO

Para comprender la escalada en Roma del Opus Dei, cuyos miembros estaban dispuestos a todo para la conquista del Vaticano y convertirse en los «otros banqueros de Dios», hay que remontarse atrás, concretamente a los tiempos en que sucedieron las quiebras con desastre financiero de Michele Sindona y Roberto Calví, los dos banqueros italianos que fueron considerados los «banqueros de Dios» y terminaron desgraciadamente asesinados, entre otras graves razones, para que no hablasen y por tener estrechas vinculaciones financieras con el Vaticano. No obstante, hubo atascos en la conquista del poder financiero y resultó en definitiva excesivamente lenta para los miembros españoles del Opus Dei en tiempos del papa Pablo VI, entre 1963 y 1978; pero ya se estaba preparando por medio del grupo de presión ultra la sucesión y, al no conocerse bien la cara oculta del Vaticano, quién iba a imaginar en aquellos tiempos, en los últimos años de la dictadura de Franco, que tan sólo unos años más tarde iba a surgir un joven cardenal de la Iglesia católica de cincuenta y ocho años, como candidato polaco a papa de Roma, el cual había sido cultivado con esmero tanto por el grupo de presión ultra como por el Opus Dei. Ya hubo entonces miembros del Opus Dei que insistieron en señalar, como si fueran «señales del cielo», que todo aquello era manifiestamente expresión de «la voluntad de Dios».

Entretanto, fueron dos miembros del Opus Dei, los llamados «lópeces», López Rodó y López Bravo, quienes ocuparon sucesivamente en España el cargo de ministro de Asuntos Exteriores de los penúltimos gobiernos de la dictadura de Franco. López Rodó, que convivía bajo el mismo techo diariamente en Madrid con el financiero miembro numerario de mayor relieve dentro del Opus Dei, Luis Valls Taberner, ambicionaba la embajada en Portugal tras su salida del gobierno español, pero la «revolución de los claveles» del 25 de abril de 1974 echó por tierra sus planes. Como el ocaso biológico del general Franco se acentuaba, después de haberle propuesto el último gobierno de la dictadura el puesto de embajador en Tokio para mantenerle alejado de España, López Rodó accedió a irse a la embajada de Viena para reforzar la presencia en Austria del Opus Dei, así como animar el dispositivo que mantenía como plataforma de contactos hacia los países del Este europeo.

Desde Madrid y Roma, además de la embajada española en Viena donde se instaló López Rodó como embajador tras su salida del ministerio de Asuntos Exteriores en 1974, el Opus había comenzado a extender su apostólica tela de araña hacia los países que se encontraban entonces «mas allá del telón de acero». En Viena el Opus Dei contaba desde 1970 con la parroquia más vieja y elegante del centro antiguo de la ciudad, aunque sería López Rodó, con su cobertura diplomática como embajador de España, quien llevó la batuta de director en el concierto, ayudado por otros miembros de la Obra secreta de Dios, como el periodista Ricardo Estarriol, que actuaba bajo la cobertura profesional de corresponsal de prensa del diario La Vanguardia de Barcelona. Se trataba de «hacer apostolado en los países del Este» y, para ello, los miembros del Opus Dei afirmaban estar mejor preparados que el resto de las órdenes y congregaciones religiosas de la Iglesia católica. Según ellos, como laicos podían penetrar más fácilmente en ambientes donde los curas clásicos con sotana no llegaban y luego, como razón de mayor peso, presumían de manejar fondos cuantiosos o, al menos, se ofrecieron con resultados alentadores para gestionar los recursos financieros, por ejemplo, de las obras asistenciales germánicas «Advenía!» y «Miserear», que disponían de ingentes medios financieros en Alemania y habían sido constituidas para ayudar al tercer mundo y a jóvenes iglesias católicas repartidas por el mundo, enere las que figuraban las de los países del Este europeo. Con tales objetivos, el Opus Dei inició desde Viena durante los años setenta una ofensiva, por supuesto secreta, hacia los países del Este europeo, preferentemente hacia la católica Polonia, y pronto el Opus Dei se convirtió en el gran limosnero del obispado polaco y uno de los principales financiadores del por entonces sindicato clandestino polaco Solidarnosc, contando para ello con el apoyo financiero de organizaciones católicas alemanas, incluso judías, y hasta del gobierno de los Estados Unidos por medio de la Central Intelligence Agency (CÍA), que habían ayudado anteriormente a nutrir económicamente con algunos fondos a la pobre y famélica Iglesia polaca durante los pasados largos años de la «guerra fría».

Pero el «trabajo de campo», como si fueran unos misioneros, no fue lo más fructífero de la operación montada por el Opus Dei, como pronto se pudo advertir, porque la plataforma de contactos hacia otros países del Este europeo, además de Polonia, se reducía a un fichero con direcciones de Budapest, Praga y Bratislava, más un primer intento de implantación en las entonces repúblicas yugoeslavas de Eslovenia y Croacia. La ausencia de resultados prácticos no impidió, sino que, al contrario, favoreció paradójicamente al Opus Dei, que pudo conseguir mayores cotas de influencia en el grupo de presión ultra del Vaticano, especialmente, entre los prelados más acérrimos por su anticomunismo de la curia vaticana. Y, sobre todo, entre los miembros del episcopado de los países del Este que solían transitar por Roma, entre los que se hallaba el cardenal polaco Wojtyla, el cual se quedó maravillado con una actividad basada fundamentalmente en la intransigencia, la coacción y la desvergüenza; porque, como señala la máxima 387 del librito Camino del santo fundador del Opus Dei: «El plano de santidad que nos pide el Señor está determinado por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza». La intransigencia, por muy santa que sea, es la «condición del que no transige o no se presta a consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero»; la coacción, por muy santa que sea, es la «fuerza o violencia que se hace a una persona para obligarla a que diga o ejecute alguna cosa»; y la desvergüenza, por muy santa que sea, es la «falta de vergüenza, la insolencia o la descarada ostentación de faltas y vicios». El cardenal Wojtyla recibió la ayuda financiera incondicional del Opus Dei, junto con un paquete de ejemplares del librito Camino traducido al polaco, que pasó a utilizar como texto de cabecera, además de una colección de vídeos sobre las catequesis en América del santo fundador del Opus Dei, que le sirvieron luego como inspiración y modelo para sus viajes ya siendo papa. Con la ofensiva al Este y la seducción al Oeste, la Obra secreta de Dios mataba dos pájaros de un tiro, penetrando más profundamente, como era su ambición, en los altos círculos del Vaticano, para lo cual los miembros del Opus Dei contaban con el apoyo incondicionado de los colegas del grupo de presión ultra. La operación, que no tuvo nombre, pero pudo haberse llamado Totus Tuus, desembocó más tarde en la elección del papa del Este, que estaba prendado, entre otras maravillas romanas, del Opus Dei y comenzó a demostrarlo desde sus primeros días de papado.

Con el cardenal Wojtyla ya elegido papa, los miembros del Opus Dei iban a obtener fácilmente el tan ansiado estatuto jurídico de prelatura y de independencia con respecto al Vaticano para convertirse sobre todo en los «otros banqueros de Dios». Encajando todo ello con el papado ultraconservador de Juan Pablo II en el fin del segundo y comienzos del tercer milenio de la era cristiana. Por parte del Opus Dei, apenas dada a conocer la elección del cardenal polaco como papa de Roma, su presidente Alvaro Portillo hizo público un comunicado de prensa donde agradecía la buena nueva al Espíritu Santo y resaltaba los antiguos lazos de amistad y solidaridad que unían al nuevo papa con la Obra secreta de Dios y con él mismo.

Los miembros del poderoso grupo de presión ultra del Vaticano aplaudieron al Opus Dei, porque se iba a convertir en el espejo en que el papa quería ver reflejadas sus intenciones de renovación y de revisión, tanto apostólicas como financieras, dentro de la Iglesia. También porque, aparentemente modernos en sus formas, pero integristas en sus planteamientos teológicos y morales, los miembros del Opus Dei, así como también los del grupo de presión ultra, eran además fanáticos partidarios de la inalterabilidad de la doctrina. No sólo le importaba al papa polaco, sino que incluso le alegraba la perspectiva de que el poder que ambicionaba el Opus Dei fuera el propio de la Iglesia católica. Aún más, era el poder del Vaticano, como ha señalado un analista, el primer objetivo que el Opus Dei quería conquistar y ya lo intentaba desde su interior. Otro experto en cuestiones vaticanas ha indicado también que era la misma Iglesia católica el organismo sobre el cual el Opus Dei aplicaba el poder real de su organización y la estructura social sobre la cual ejercía su influencia.

El Opus Dei, buscando sobre todo poder y dinero, contaba con dos bazas importantes que podía ofrecer al papa, contando con el apoyo incondicional del propio pontífice, que se mostraba seducido por la actividad «capilar» de sus miembros. La primera baza consistía en una tupida red de informadores repartidos por más de treinta países del mundo católico, cuando las actividades de información ultraconservadora habían vuelto a tener una mayor intensidad en el Vaticano con Juan Pablo II, ya que durante el papado de Pablo VI, su antecesor de hecho, uno de sus hombres de confianza y mano derecha, el cardenal Giovanni Benelli, se había encargado de desmantelar la red de «confidentes» ultraconservadores que efectuaban anteriormente, desde la Segunda Guerra Mundial, tareas de espionaje para el Vaticano.

En segundo lugar, el Opus Dei estaba en condiciones de ofrecer la experiencia de sus miembros en los negocios y su capacidad para actuar «con una técnica más depurada», sin la necesidad de recurrir el Vaticano para la administración de sus finanzas a hombres de paja y testaferros ajenos; por eso los dirigentes del Opus Dei esperaban contar para ello con el estatuto jurídico de prelatura, comparable al de una multinacional religiosa. La Santa Sede católica estaba padeciendo muchas dificultades en el mundo de los negocios, sobre todo después de la quiebra fraudulenta del banquero Sindona y de las repercusiones del caso de asesinato del banquero Caivi, que afectaron entonces gravemente a las finanzas del Vaticano. El gobierno de la Iglesia católica se debatía, a la llegada al poder de Juan Pablo II, con serias dificultades financieras, cuyo control escapaba incluso al papa y al Vaticano. Se contaba, para obtener un saldo positivo en el balance consolidado del mini-Estado papal, con las contribuciones económicas de todas las diócesis del mundo y de las congregaciones y órdenes religiosas, incluyendo también una ayuda financiera, al menos simbólica, por parte del Opus Dei.

Bajo la protección del papa Wojtyla las nuevas formas de organización financiera del Vaticano, junto con las remodelaciones realizadas a finales de los años setenta y el comienzo de los ochenta, se iban a orientar también en un sentido favorable a los intereses del Opus Dei, porque para manipular el tinglado financiero de la Iglesia católica la Obra secreta de Dios necesitaba el estatuto jurídico de prelatura personal, que le fue concedido por el papa Wojtyla lo más rápidamente posible y que demoró casi cuatro años, un récord de velocidad para la burocracia del Vaticano. Sin embargo, la penetración del Opus Dei en las finanzas del Vaticano no llegó a realizarse exenta de tacha ni de forma impecable. Lo más importante que conviene señalar sobre este aspecto crucial en las actividades ocultas de la Obra secreta de Dios es su dedicación, con mucha atención y esmero, a una gestión torpe e irregular del todavía inmenso capital financiero e inmobiliario del Vaticano a partir del segundo lustro de los años ochenta; aprovechándose el secreto Opus para incrementar de paso su propio patrimonio y ocuparse, con una sisa descomunal, hasta de la alimentación y vestimenta de sus miembros militantes repartidos por más de treinta países del mundocatólico.

El Vaticano, que es una bomba financiera aspirante y no expelente, logró contar en los comienzos del papado de Juan Pablo II con un cierto apoyo económico del Opus Dei, que ayudó a cubrir algunos déficits, especialmente con los apostolados de la Iglesia católica en los países del Este europeo. Sin embargo, las finanzas del Opus Dei nunca fueron boyantes y la Obra secreta de Dios no se podía permitir el lujo de financiar apostolados exteriores deficitarios de forma continuada. Durante el largo papado de Juan Pablo II el resultado previsible ha sido el abandono lento y paulatino, por parte del Opus Dei, de los nuevos apostolados en los países del Este propuestos por el Vaticano, concentrando la mayoría de esfuerzos de sus miembros en los países occidentales, donde existe una cultura católica, además de estabilidad y solvencia económicas. La razón última, sin embargo, era que el Opus Dei estaba condenado a ello por su lento, inevitable y creciente debilitamiento interno, decadencia agravada en los últimos tiempos, porque el meollo del problema para el Opus Dei reside en que abundan frecuentísimamente los despidos y abandonos, faltando militantes verdaderamente formados y no jóvenes en edad escolar incapaces de militar como miembros en la tan pretendida élite intelectual católica, la imagen que desde su fundación no ha logrado ofrecer aún el Opus Dei.

Escrito por MUTANDIS a las 11:27 AM | Comentarios (6)

16 de Enero 2005

LOS PRIVILEGIOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

"La pervivencia de la Iglesia católica en España con su poder e influencia en las máximas cotas tras dos mil años de trayectoria, es decir, de resistencia al progreso, oposición a las libertades individuales y colectivas, intolerancia y represión de la heterodoxia, persecución del humanismo y del librepensamiento y alianza con el poder autoritario y sus aparatos coercitivos, bien podría ser esgrimido por los más aplicados teólogos como prueba irrefutable de la existencia de Dios. A nuestro juicio, no es imaginable mayor milagro. Manipulado juicio, como bien muestra el trabajo que proponemos, se ha dicho que el anticlericalismo español es hijo de la Ilustración, cuando solo parece honesto admitir que lo es del Conocimiento. Protegidos por las santas tinieblas, la ignorancia de sus acólitos ha sido la gran baza de los papistas y sigue siendo previsible que cualquier luz arrojada sobre ellas alerte al colectivo como obra de diablo. El anticlericalismo es una realidad profundamente española que ha marcado la literatura correspondiente de todas las épocas, como en este punto de nuestro discurso resultará fácil de admitir. Fuera, pues, el tópico de cuestión, sirva aún esta nueva pregunta: ¿Cambiará el orden de las cosas con la superación efectiva de los milenios bárbaros?

Pues bien, rendido casi el año de estreno del nuevo, los signos no resultan esperanzadores. Corren los primeros días del otoño de 2001 y el inicio del curso laboral aporta datos para el desasosiego. Para escándalo, incluso, de algún conspicuo miembro del Partido Popular, cual es el actual presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y contraviniendo, a más de la propia Carta Magna, una sentencia del Tribunal Constitucional redactada en 1985 por Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA en 1996, los obispos vuelven a despedir en España a profesores de Religión por motivos como casarse por lo civil, ir de copas o faltar a la misa dominical. Justifican el nepotismo en los acuerdos Estado-Santa Sede de 1979 y en el convenio económico-laboral de 1999 entre el Gobierno del PP y el episcopado, que mantuvo a aquél como empleador y pagador de los enseñantes. En un país en que la asignatura lo es en realidad de Catolicismo, los profesores correspondientes son elegidos por los prelados, aunque los pagan los ciudadanos. Curiosa situación que ha llevado al escritor y periodista Eduardo Haro Tecglen a hablar del «Estado talibánico». Por supuesto, la directiva europea prohibe cualquier discriminación directa o indirecta en el empleo por motivos religiosos, y el sindicato Comisiones Obreras anuncia su intención de recurrir a Bruselas para forzar la revisión de una legislación que licencia a los purpurados para actuar a su antojo y con ignorancia de derechos elementales.

Como demuestra la reciente visita al Vaticano del ministro de Exteriores de José María Aznar, el actual Ejecutivo español no tiene ninguna intención de revisarlos. Sin que quepa exculpar al PSOE tras 13 años en el Gobierno de la nación, sino al contrario, del actual estado de cosas, el PP es claramente complaciente con la situación de virtual secuestro de la enseñanza ejercida en España por la Iglesia católica. Según Juan G. Bedoya (El País, 19 de septiembre de 2001), solo para sueldos de los 33.400 profesores de Religión (15.600 en colegios públicos) gasta el Estado unos 100.000 millones al año, mientras se concede a la institución 420.000, más del 85 por 100 de la subvención estatal a la enseñanza privada concertada. Eso se traduce en 1,5 millones de alumnos y unos 80.000 profesores en todos los niveles académicos, incluidas 7 universidades (la de los jesuítas de Deusto, la del Opus Dei de Navarra, la de San Pablo-CEU de Madrid de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, las pontificias de Comillas y Salamanca, y las católicas de Murcia y Ávila), 15 facultades eclesiásticas, 41 centros teológicos, 11 colegios universitarios, 55 escuelas universitarias y 72 institutos superiores. Con el gobierno del PP la enseñanza concertada con organizaciones religiosas ha ido a más. Mientras los socialistas intentaron con la LODE estabilizar la enseñanza pública y privada concertada en torno al 65 por 100 y 35 por 100, con la derecha en el poder autonomías como las de Madrid y Cataluña caminan hoy hacia índices del 50 por 100 respectivos. Para colmo, los sindicatos denuncian que el grueso de la enseñanza concertada se radica en zonas de prosperidad.

Por supuesto, el titular de la cartera de Exteriores de Aznar tampoco consideró necesaria la revisión del acuerdo económico del 79 entre el Estado español y la Santa Sede. Según Bedoya, las administraciones central, autonómica y municipal dan cada año a la Iglesia católica 586.000 millones de pesetas. De ellos solo unos 22.000 proceden de los Presupuestos Generales, de los que apenas 15.000 corresponden a la asignación tributaria de fieles mediante el 0,5239 por 100 de la cuota en la declaración del IRPF. Sirven estos para pagar los sueldos de los obispos y de los 19.000 curas parroquiales y los gastos de la Conferencia Episcopal. El capítulo fiscal tiene además una importancia fundamental. El clero no declara a Hacienda sus sueldos y la Iglesia esta exenta del pago de IVA, Impuestos de Bienes Inmuebles, transmisiones, sociedades o actos jurídicos que le supone un ahorro de decenas de miles de millones. De estas exenciones no se benefician otras religiones con estatutos especiales por «notorio arraigo» (protestantismo, judaismo o islamismo). ¿Es esto constitucional? La Comisión Europea ha advenido, cuanto menos, que vulnera la norma comunitaria.

Los obispos afrentan además la sensibilidad de una buena parte de los españoles (muy mayoritaria a juzgar por su comportamiento en la declaración del IRPF, quizá mejor índice que las propias encuestas sobre practicantes de culto). Recientemente la Federación Estatal de Profesores de Enseñanza Religiosa ha denunciado que los purpurados exigen el impuesto revolucionario (parte de sus salarios) a los contratados, entre el 0,6 y el 10 por 100 según las diócesis. Por presiones del colectivo gay que lo consideraba homófobo, la editorial Anaya se ha visto obligada a retirar de las librerías un texto de Religión de 4.° de ESO donde se escribía que «la Biblia contempla la homosexualidad como parte de la historia del pecado y de la alienación creciente» y que San Pablo la reprueba como resultado «de una cultura pervertida». La reacción de los prelados contra la comercialización de la llamada píldora del día siguiente es otro hito cercano. Poco importa que en España se produzcan cada año dieciocho mil embarazos en menores de 19 años, aborto equivale a asesinato.

Sociedad de valores o chiringuito financiero, el asunto Gescartera enseña otro lado oscuro de la Iglesia católica española, que pudiera haber manejado dinero negro en operaciones financieras especulativas. Entre cuatro arzobispados y 20 instituciones religiosas habrían perdido 1.500 millones (pagados por todos los ciudadanos, claro), al margen de los 1.000 salvados por información privilegiada por el arzobispado de Valladolid y otra suma indeterminada por el de Burgos. Uno de los altos directivos de la entidad fue antes contable del Domund. Curiosamente, según se ha sabido tras estallar el escándalo, los obispos crearon en 1999 su propia sociedad de inversión en Bolsa, Umasges Simcav, con el 100 por 100 de capital eclesiástico y un consejo de administración participado por todos los arzobispados. Los medios de comunicación han hablado de los brokers de Dios. No es una mala metáfora.

Pero para que sus acciones tengan mayores dividendos en todos los campos, los prelados mantienen su presión al gobierno del PP para conseguir un retoque al alza del coeficiente de asignación tributaria a la Iglesia en el IRPF y un decreto de obligatoriedad de la enseñanza católica en las escuelas. Quieren que se anule el de 1994 en el que los socialistas sustituyeron la Ética como alternativa de la Religión por actividades culturales y lúdicas de libre opción que suponen, a su juicio, «competencia desleal». Como mal menor, escogen la asignatura que en su día denostaron.

Lo quieren en nombre de Dios, aunque (se supone que en nombre de El Mismo) no han tenido empacho en desmarcarse del Pacto Antiterrorista acordado recientemente por PP y PSOE, que nadie les pidió en realidad que firmaran, un logro post mortem del obispo dimisionario de San Sebastián, Seden. Pero la apelación a la independencia entre política y credo que acostumbra a hacer en cuestiones de su interés la Iglesia católica es cuanto menos cínica (ya sabemos que la Historia, esto es, el Conocimiento, ilumina las tinieblas). Para aquel funesto prelado, la desaparición de ETA exigía contrapartidas del Estado y el derecho de las víctimas tenía su correspondiente en el de los presos asesinos. Se ha acusado justamente a la Conferencia Episcopal de tibieza ante la banda. Ninguno de sus documentos entre 1965-2000 la menciona, aunque en algunos haya condenas genéricas del terrorismo. En uno, incluso, se llegó a equiparar a este con otros «atentados contra la vida» como el aborto, la eutanasia o las drogas. La imposición del clero vasco, parte del cual ha manifestado abiertamente sus simpatías por ETA sin condenar sus actos cruentos ni hacer nada por sus víctimas, ha sido vergonzosa, como de algún modo reconoció en su día el nuevo obispo de Bilbao, «un tal Blázquez» no vasco) para Arzallus, presidente del PNV. Alguna vez tendrá que explicar la Iglesia por que no ha distinguido en asunto tan complejo entre el bien y el mal entre la vida y el asesinato, entre el fanatismo y los derechos fundamentales de a persona. No le librará de ello los indicios de cambio que se aprecian desde la sustitución de Setién por Uñarte en San Sebastián, tímidas iniciativas a favor de la paz en ciertas esferas clericales de Euskadi que han provocado el lamento de ETA.

Antes de acabar, recordemos una vez más el artículo 16.3 de la Constitución: «Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones». Con alusión tan explícita no se puede decir que la Constitución española sea aconfesional o neutral en lo religioso. Pese a todo, según el Tribunal Constitucional, la Carta Magna define al Estado como laico, lo que implicaría su neutralidad religiosa. La cooperación con las iglesias solo sería admisible para hacer respetar la libertad al respecto (ciudadanos en situación de dificultad para ejercerla: en ejército, hospitales o prisiones). Sin ella, la Iglesia católica dejaría de ser una potencia económica, cultural, educativa y patrimo nial. Lo es hoy por hoy, la mayor al margen del propio Estado. Quizá por ello e actual presidente del Gobierno español, José María Aznar, inicia cada año el curso político con una visita al monasterio de Silos. Todo un símbolo de la pervivencia de la alianza trono-altar".

J. Figuero, Si los curas y frailes supieran... Espasa, Madrid, 2001, pp. 361-364

Escrito por MUTANDIS a las 1:20 PM | Comentarios (0)

12 de Enero 2005

ESTADOS UNIDOS, LA OMC Y LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

Las consecuencias de la victoria de los "valores estadounidenses" en la OMC son:

1. Una nueva herramienta para las intervenciones estadounidenses de largo alcance en los asuntos internos de otros países.

2. La adquisición de un sector crucial de las economías extranjeras (el de las telecomunicaciones)por corporaciones radicadas en Estados Unidos.

3. Beneficios para los sectores financieros y para los acaudalados.

4. Traslados de los costes a la población en general.

5. Nuevas armas, potencialmente peligrosas, para defenderse de la amenaza democrática.

El mundo que Estados Unidos ha pretendido crear a su imagen mediante instituciones internacionales se basa en el principio de que manda la fuerza. Y la pasión norteamericana por la libertad de comercio entraña que el gobierno de los EEUU puede violar a voluntad los acuerdos comerciales. No se plantea ningún problema cuando las comunicaciones, las finanzas y los abastecimientos de alimentos caen en manos de empresas extranjeras (estadounidenses, sobre todo). Distintas son las cosas, sin embargo, cuando los acuerdos comerciales y el derecho internacional interfieren los planes de los poderosos; una vez más, en concordancia con las claras lecciones de la historia"

N. CHOMSKY, El beneficio es lo que cuenta. Crítica, Barcelona, 2002, pág. 80-84.

Escrito por MUTANDIS a las 12:02 PM | Comentarios (0)

11 de Enero 2005

LA ENSEÑANZA DE LOS VALORES

En las últimas semanas, y como consecuencia de la decisión gubernamental de no imponer la enseñanza obligatoria del catolicismo en las escuelas públicas, se han venido escuchando algunas voces acerca de la difusión de los valores en el sistema educativo.

Dicen estas voces (todas muy coincidentes, y en la misma dirección) que el catolicismo “enseña valores”. No digo yo que no. Lo que vamos a discutir es: a) si los valores democráticos son asumidos y defendidos por el catolicismo; b) si el propio catolicismo, en su historia y en su praxis, ha ejemplificado la aplicación de los valores que propugna; y c) si lo que, en realidad, pretenden estas voces es alguna otra cosa, de alcance bastante mundano y poco menos que inmoral. Vamos allá.

a) ¿Son los derechos humanos un valor católico?

El marco en el que nos movemos es el sistema democrático. Esto implica, como mínimo: respeto por el individuo, fomento de la convivencia entre las personas (en base a la tríada libertad-igualdad-fraternidad) y gobierno de la mayoría en beneficio del bien común.

¿Son esos los valores que propugna el catolicismo? Evidentemente, no. El respeto por el individuo se ve menoscabado por su sumisión a una jerarquía en cuya dirección no puede participar. La convivencia entre las personas sólo puede ser asegurada, en esta concepción del mundo, a partir de la colectiva obediencia a las instrucciones de un único hombre (he dicho HOMBRE, es decir: varón), cuyas palabras son indiscutibles e indiscutidas. Así las cosas, no existe libertad alguna (hay que someterse), ni igualdad entre los seres humanos (unos son superiores a otros) ni fraternidad posible (la cual existe únicamente en la medida en que todos somos iguales y libres).

Los presuntos “valores del catolicismo”, pues, son estos: sumisión, jerarquía, desigualdad, sexismo y antagonismo de unos sobre otros —pues no hay que olvidar que “quien cree se salva y quien no cree, se condena”: o conmigo, o contra mí.

Los fetiches a los que apela el católico para ensalzar su ideología, en cambio, pertenecen al más palmario sentido común: el amor universal o la defensa de los desamparados (poco congruente con los fastos vaticanos, por cierto: que se lo digan a Francisco de Asís) son un bagaje esencial de la Ilustración laica, en cuyo seno se han erigido en norma objetiva de actuación —es decir: como política justa y no como caridad discrecional y graciosa.

El único “valor” específicamente católico es el de la vida eterna. Pero basta con observar la existencia cotidiana de los católicos para comprender que tal valor no rige para ellos. Viven completamente volcados en la existencia material, codiciando bienes, intrigando para incrementarlos y combatiendo a todo aquel que pueda amenazar —vía política social justa— su posición de privilegio.

Los valores democráticos que defiende la escuela laica son los derechos humanos. Cualquier intento confesional de combatir, desde dentro del propio sistema educativo, este horizonte compartido por todos los ciudadanos (aun incluso por los que, declarándose católicos, se aprovechan activamente de él), debe ser considerado como un ataque mezquino contra la democracia humanista e ilustrada.

b) ¿Aplica en la realidad el catolicismo sus propios valores?

La historia de la Iglesia católica está sembrada de muertes. Desde el Tribunal del Santo Oficio hasta los fusilamientos de la Guerra Civil, pasando por la Noche de San Bartolomé y la complicidad del Papa con el exterminio judío por parte de los nazis, el catolicismo ha usado y abusado de la violencia y de la opresión para mantener su posición de privilegio en la sociedad española y, en general, mundial (basta con pensar en la “evangelización” de América).

Pasemos a analizar ahora la praxis actual del catolicismo en nuestro país.

Baste un ejemplo. El amor universal es combatido desde las propias filas católicas, en el momento en que (Aznar dixit) el creyente musulmán, o “moro”, debe ser perseguido y exterminado. La amenaza terrorista, en lugar de dar objeto a una defensa aún más acérrima del Estado de derecho, se trueca entonces en un aval para el odio entre las personas. Lejos quedan las proclamas evangélicas (tan opuestas a la praxis católica) de poner la otra mejilla: ahora se trata de soltar el puñetazo, cuanto más contundente, mejor. No en vano ha sido dicho que el Dios de la ultraderecha es el del Antiguo Testamento (vengador) y no el del Nuevo (bastante más comprensivo con los deslices de su rebaño).

Este desprecio por la filantropía no se limita a fomentar el desprecio por otras manifestaciones religiosas, sino que se proyecta en contra de toda aquella forma de vida que no se pliegue a las directrices papales. Así, quien aborta, toma anticonceptivos, se divorcia o ama a una persona de su misma sexo, es anatemizada por un catolicismo ultramontano y represor que no nos engaña: los católicos no defienden valores espirituales, sino una forma muy concreta de entender la sociedad mundana. Se desenmascara entonces la formidable estafa intelectual del catolicismo: tras unos valores presuntamente morales y espirituales, se oculta una enorme trama de intereses sociales y económicos, los que han regido durante decenas de años por imposición de la fuerza y que han permitido la consolidación de ciertas oligarquías como poderes fácticos y antidemocráticos.

c) ¿Cuál es el auténtico “valor” para los católicos?

Porque este es el aspecto esencial del problema: el catolicismo no es una fe, no es una creencia (a diferencia del cristianismo, que sí lo es, y respetable). El catolicismo es una vasta coartada formal para encubrir los intereses de clase de un segmento muy concreto de la sociedad española, un grupo de señores insistentemente amparado por la jerarquía de la Iglesia durante demasiado tiempo como para que pueda seguir tolerándose.

Por eso es imposible tomar en serio las llamadas de la jerarquía eclesiástica a “la moral” o “los valores” cuando dicen defender su presunto derecho a entrar (y penetrar) en las conciencias de los escolares españoles. No, señores: lo que pretenden es perpetuar un poder ilegítimo mediante sofismas bellamente decorados. Lo que los curas buscan conquistar, catecismo en mano, no es el Reino de los Cielos: es la riqueza de la tierra, de esta tierra de todos y que ha de ser para todos, mientras la democracia siga siendo el sistema político en el que nos inspiramos y dentro del cual cualquier individuo (musulmán, cristiano, ateo, homosexual, letrado o analfabeto) encuentra libertad y seguridad.

Escrito por MUTANDIS a las 10:40 AM | Comentarios (0)

¿QUIÉN PAGA LA LIBERALIZACIÓN DE LOS MERCADOS?

1 de enero de 2005. Se abren los mercados mundiales a la importación de productos textiles procedentes de China. Aplausos. Vítores. Mayor oferta, más competencia, precios más bajos. Un mundo ideal.

Para algunos, claro. Para otros, el diagnóstico ya está plasmado en cifras escandalosas: en la Unión Europea, se perderán 325.000 empleos en un sector que, para España, fue y es (hasta hoy mismo) fundamental. Se sabe que Latinoamérica sufrirá un auténtico shock laboral. Todo esto, ¿a cambio de qué?

Se supone que de una mayor libertad de elección para los consumidores y mejores precios. Dejando a un lado que la competencia no sólo no favorece la diversificación de la oferta, sino todo lo contrario (basta con echarle un ojo al televisor), lo cierto es que los auténticos beneficiarios de la liberación del mercado textil son los inversores, el Capital internacional con intereses en China, mientras que los costes de la misma corren de nuestra cuenta: como consumidores y como contribuyentes.

¿Por qué? Primero, porque tal vez nos ahorremos unos euros en la compra de una camiseta o unos pantalones, pero será a cambio de un duro golpe a las cuentas estatales; no en vano, el desempleo generado por esta nueva situación no será asumido por las cuentas de las grandes corporaciones, sino por los Presupuestos Generales del Estado. Haciendo números, lo más probable es que nuestra indumentaria nos salga, en pocos años, por un ojo de la cara —mientras que los réditos empresariales se multipliquen, ellos sí, de manera exponencial.

Este nuevo triunfo del neoliberalismo salvaje asesta otro golpe a quienes creemos que la economía es como cualquier ámbito social: un mundo en el que ciertas reglas de juego son necesarias para que el pez gordo no acabe comiéndose, no sólo al chico, sino al resto del acuario. Basta recordar los miles de millones que el Gobierno del PP abonó a las compañias por los llamados “costes de la liberación” del mercado eléctrico: pasado el tiempo, siguen dominando el cotarro las mismas corporaciones de siempre, no hay competencia real y encima, los ciudadanos hemos engrosado con nuestros impuestos las cuantiosas ganancias de una oligarquía de facto.

Visto lo visto, cada vez que leo u oigo a algún defensor de la “liberación de los mercados”, me llevo la mano a la cartera.

Escrito por MUTANDIS a las 10:01 AM | Comentarios (1)

10 de Enero 2005

¿MAYORÍA CATÓLICA?

"Que haya en España millones de creyentes, yo no lo discuto. Pero lo que da el ser religioso de un país no es la suma de sus creyenyes, sino el rumbo que sigue su cultura" (M. AZAÑA).

El catolicismo está en plena crisis de identidad. Quienes se afirman creyentes, sostienen tesis contrarias (y aun irreconciliables) con sus superiores jerárquicos, los obispos.

Veamos un ejemplo.

¿Forman los católicos una mayoría en España? Si es así, ¿tienen derecho a exigir que se les trate con la deferencia reservada a quien ostenta el poder numérico, estadístico? Si no es así, ¿cuál es la actitud que deben mantener los ateos respecto a ellos?

Las respuestas son variopintas y excluyentes entre sí.

a) La jerarquía arremete contra el discurso que deposita en la “mayoría” y sus representantes políticos el derecho a gobernar los destinos de la comunidad.

Cardenal Alfonso López Trujillo: “Existe una grave amenaza contra la familia. Los principales responsables son los políticos y legisladores, que han perdido el sentido de la ley [sic], puesto que no analizan lo que la sociedad necesita realmente” (Alfa y Omega, ABC, 16 de diciembre, pág. 5).

Monseñor Schooyans, catedrático emérito de la Universidad de Lovaina: “Actualmente, todos los regímenes democráticos recurren a la regla de la mayoría. ¿Cuál es el resultado de esta situación? Bajo la apariencia de tolerancia o pluralismo, se nada en el relativismo. Consecuencia inevitable: se derogan, en nombre de la mayoría, los derechos más fundamentales”.

Conclusión: a la jerarquía, la apelación a la mayoría abre la puerta a “la mentira y la violencia” (Alfa y Omega, ABC, 16 de diciembre, pág. 27)

b) Los intelectuales orgánicos de la Iglesia se mueven entre la reivindicación de la mayoría y el reconocimiento de la propia minoría, con el consiguiente alegato en favor del respeto a sus propias posiciones.

Carlos de la Casa, director de la Universidad Internacional Alfonso VIII: “Una encuesta reciente ha hecho público que el 80% de los padres con hijos en edad escolar solicitan una enseñanza católica para éstos. ¿Debemos recordar a la ministra de Educación que la democracia viene marcada por las mayorías?” (Alfa y Omega, ABC, 16 de diciembre, pág. 26)

Ignacio Sánchez Cámara, escritor y apóstol seglar: “La libertad de expresión de la Iglesia no se encuentra limitada por la conformidad forzosa con las propuestas legislativas del Gobierno. Criticar a la mayoría nunca es antidemocrático. Silenciar a las minorías sí que los es” (ABC, 9 de diciembre).

En este caso, ni siquiera sabemos si los católicos se consideran mayoría o minoría, o tal vez es que se tienen por minoría política pero mayoría moral, o ya no sé. La cuestión es que aparece clara la contradicción entre quienes se permiten cargar contra la mayoría parlamentaria, pero exigen el máximo respeto por creerse mayoría confesional. Luego volveremos sobre esto.

c) La base social de los católicos tienen muy claro que ellos forman mayoría y que como tal hay que tratarla, es decir: plegándose a sus deseos, plasmados no se sabe dónde ni por quién.

“El Gobierno de Zapatero no respeta a la mayoría católica en muchas de sus decisiones en su labor de Gobierno. Zapatero no gobierna para la mayoría de los ciudadanos” (M. MARTÍNEZ GARCÍA, cartas al Director, ABC, 24 de diciembre de 2004, pág. 8).

Para los católicos de a pie, pues, los católicos son mayoría y como tal hay que respetarla y legislar en su favor.

Ahora es cuando hablo yo y expongo mis razones.

La mayoría de católicos no puede ser avalada con las cifras de bautismos, ni de comuniones, ni de matrimonios eclesiásticos. Al igual que los hinchas del Real Madrid son aquellos que pagan su cuota anual o, como mínimo, asisten al estadio para contemplar los partidos en directo, y no quienes asaltan las calles cuando el equipo se proclama campeón de Liga, católico es única y exclusivamente aquel creyente practicante que observa todos y cada uno de los sacramentos instituidos por la Santa Madre Iglesia. Precisamente, por la progresiva descarga ritual del catolicismo español en pos de la conservación nominal de los supuestos creyentes, éste se ha acabado convirtiendo en una religión sin influencia social, pura entelequia a la que se apela en momento de apuro o ante la perspectiva infausta del más allá de la muerte (como muy atinadamente comentaba alguien en el foro Dazibao de www.elmundo.es).

La mayoría que cuenta en democracia es la que expresa su opinión por la vía del voto libre y secreto depositado en una urna. Si los católicos creen que el actual Gobierno gobierna en contra de “su” mayoría moral (aunque, por la lógica aritmética, a favor de la mayoría política), basta con que formen un partido político y concurran a las elecciones en plano de igualdad con el resto de formaciones. En ese caso, podrán gestionar sus reivindicaciones y erigirse, entonces sí, en mayoría legítima y legal, y decidir los destinos de la comunidad.

Mientras esto no ocurra, cuando me llega cualquier referencia de un católico a la retórica de las mayorías, simplemente desconecto el receptor.

Escrito por MUTANDIS a las 11:35 AM | Comentarios (0)

LA IGLESIA CATÓLICA ES ILEGAL

“La Iglesia Católica se acomoda mal al modelo de laicidad resultante de la Constitución” (G. PECES-BARBA, padre de la Constitución Española. EL PAÍS, 6 de enero de 2005).

Un análisis somero, sin pretensión de exhaustividad, del marco jurídico del asociacionismo en España, permite afirmar que la Iglesia Católica debería ser declarada ilegal.

Según la Exposición de motivos de la Ley Orgánica 1/2002, reguladora del Derecho de Asociación, se rigen por ella “asociaciones de relevancia constitucional, como los partidos políticos (artículo 6), los sindicatos (artículos 7 y 28), las confesiones religiosas (artículo 16), las asociaciones de consumidores y usuarios (artículo 51) y las organizaciones profesionales (artículo 52), y de una forma general define, en su artículo 22, los principios comunes a todas las asociaciones”. Es decir, según el marco legal vigente en España, no existe una especificidad jurídica esencial que justifique la excepcionalidad de la Iglesia Católica; menos aún si asumimos que en un Estado de Derecho la ley es la misma para todos.

Eso sí, “ el régimen general del derecho de asociación [es] compatible con las modalidades específicas reguladas en leyes especiales y en las normas que las desarrollan, para los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones empresariales, las confesiones religiosas, las asociaciones deportivas, y las asociaciones profesionales de Jueces, Magistrados y Fiscales. Con este objetivo se establece un régimen mínimo y común, que es, además, el régimen al que se ajustarán las asociaciones no contempladas en la legislación especial”. Este régimen mínimo y común afecta a todas las asociaciones mencionadas anteriormente, sin conceder a ninguna de ellas una salvedad que resultaría contradictoria con el principio de unidad jurisdiccional garantizado por la Constitución.

Aunque la Ley ampara a las asociaciones para “no sufrir interferencia alguna de las Administraciones, como tan rotundamente plasma el apartado 4 del artículo 22 de la Constitución”, se exceptúa de dicha inmunidad la intervención “que pudiera venir determinada por la concurrencia de otros valores, derechos o libertades constitucionales que deban ser objeto de protección al mismo tiempo y nivel que el derecho de asociación”. Creo que está claro: la independencia formal de las entidades asociativas no les da patente de corso para colisionar, en su organización, funcionamiento o actividad, con derechos o libertades fundamentales protegidos por la Carta Magna. Lógico, de nuevo. ¿Cómo podríamos tolerar, en una sociedad que reconoce a todos sus ciudadanos los mismos derechos y deberes, que los miembros de una asociación vieran menoscabados los mismos por haber ingresado en dicha asociación? Menos aún, que dichos miembros gozasen, por serlo, de privilegios hurtados al resto de ciudadanos.

La mencionada tutela jurídica, por parte del Estado, de los derechos de los ciudadanos en el ejercicio del derecho de asociación, se plasma en el hecho de que “el artículo 149.1.1.ª de la Constitución habilita al Estado para regular y garantizar el contenido primario, las facultades elementales y los límites esenciales en aquello que sea necesario para garantizar la igualdad de todos los españoles”. Primera aparición de un concepto que va a resultar central en nuestra tesis: en cuanto al ejercicio del derecho fundamental de asociación, el Estado deberá velar por la protección de la igualdad de todos los españoles. En consecuencia, la vulneración de este principio esencial de cualquier Estado democrático le autorizaría a situar fuera de la ley a toda aquella asociación que atente contra el “espíritu de libertad y pluralismo” que imbuyen la vida pública y social en una democracia.

Pero hay más.

En el capítulo I de la ley, concretamente en el artículo 2, punto 5., se explicita que “la organización interna y el funcionamiento de las asociaciones deben ser democráticos, con pleno respeto al pluralismo. Serán nulos de pleno derecho los pactos, disposiciones estatutarias y acuerdos que desconozcan cualquiera de los aspectos del derecho fundamental de asociación”. Así pues, y de manera genérica, una asociación que pretenda desarrollar su actividad en democracia deberá tener, a su vez, organización interna y funcionamiento democráticos, lo cual implica, como mínimo, la plena capacidad de intervención en la toma de decisiones, así como el derecho a ejercer en el seno de la misma cargos de responsabilidad. Todo ello no parece repugnar al sentido común, es más: resultaría abominable concebir que una sociedad que se reputa democrática permitiera que en su seno existiesen asociaciones que discriminasen a los individuos por razón de sexo, creencia o inclinación sexual, o cuya organización y funcionamiento fueran manifiestamente antidemocráticos.

Que lo apuntado constituye un núcleo doctrinal duro e innegociable del derecho de asociación lo confirma el artículo 4, punto 5, cuando enuncia que “los poderes públicos no facilitarán ningún tipo de ayuda a las asociaciones que en su proceso de admisión o en su funcionamiento discriminen por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

A mayor abundamiento de la idea apuntada, el punto 6 del mismo artículo explicita que “los poderes públicos no facilitarán ayuda alguna, económica o de cualquier otro tipo, a aquellas asociaciones que con su actividad promuevan o justifiquen el odio o la violencia contra personas físicas o jurídicas”.

Visto lo visto, la legalidad vigente afirma de manera categórica e inequívoca que ninguna asociación que pretenda desarrollar su actividad en el Estado Español podrá:

a) tener una organización o funcionamiento antidemocrático;
b) vulnerar el principio de igualdad de todos los españoles;
c) discriminar a sus miembros por cualquier motivo;
d) promueve el odio contra las personas.

Es el momento de demostrar la tesis de este artículo: la Iglesia Católica es ilegal porque, siendo una asociación afectada por la Constitución Española y la Ley Orgánica 1/2002:

a) su organización y funcionamiento no son democráticos;
b) vulnera el principio de igualdad de todos los españoles, al negar a las mujeres la capacidad de asumir el ministerio sacerdotal;
c) discrimina a las mujeres, en virtud del punto b);
d) promover el odio social contra los homosexuales y las feministas, a quienes ha denigrado de forma pública y notoria, como consta en el post titulado “Los obispos cargan contra gays y feministas”.

Que los Juzgados y Tribunales no inicien los procedimientos pertinentes para declarar ilegal a la Iglesia Católica infringe el artículo 2, punto 9 de la Ley Orgánica 1/2002, que dice que “la condición de miembro de una determinada asociación no puede ser, en ningún caso, motivo de favor, de ventaja o de discriminación a ninguna persona por parte de los poderes públicos”. Pues privilegio resulta pasarse la legislación vigente por el arco de triunfo y gozar, como ha gozado y goza la Iglesia Católica, de subvención pública, amparo estatal y, para colmo de males, patente de corso para cargar contra la democracia y el Estado de Derecho.

Escrito por MUTANDIS a las 11:31 AM | Comentarios (0)

9 de Enero 2005

LAICISMO: ACONFESIONALIDAD ACTIVA

Es importante aclarar desde ahora que el laicismo no supone simplemente la aconfesionalidad pasiva del Estado, sino una aconfesionalidad activa concretada en el compromiso de crear y sostener un espacio cívico-político definido exclusivamente por la ética y el simbolismo civil, cerrando el paso a toda deriva política de lo confesional. Desde el punto de vista laico, la condición de ciudadano es la única sobre la que tiene competencia el poder político, y en virtud de ese título se establece la capacidad individual para participar en la constitución y control de ese poder, sin que pueda tenerse en cuenta ninguna otra condición, sea ésta la pertenencia religiosa, la racial o la étnica.

[...]

¿Cuáles son los elementos esenciales del concepto de laicidad?

Definamos en su doble vertiente el concepto de laicidad:

1. Como concepto procesal, es decir, de carácter formal y regulativo atinente, al modo de organizar y entender de manera independiente las relaciones entre las instituciones políticas y las diferentes pertenencias individuales, no sólo religiosas, sino también étnicas y comunitarias, asi como respecto de cualquier otra estructura de poder espiritual, económico o de hecho.

2. Como manera de relacionar el discurso político con los demás discursos y no sólo con el religioso. El laicismo -como movimiento ideológico partidario de la laicidad- no propugna en principio el combate contra ninguna forma de religiosidad considerada como tal, pero defiende la autonomía y la independencia de las instituciones políticas respecto de cualquier otra estructura, rechazando la sumisión directa o indirecta de lo político a lo religioso. La laicidad no propone una ética personal completa, ni aporta respuestas morales particulares sobre cuestiones concretas como el aborto, el divorcio o la eutanasia, y, por lo tanto, no puede identificarse con una determinada moralidad racionalista, pero propone la necesidad de un marco de autonomía individual, libre de toda sumisión heterónoma, en el que la conciencia personal del individuo pueda optar libremente, y con el mayor conocimiento de causa posible, sobre las diferentes alternativas morales o espirituales que en cada caso se le presenten. Podrá optar incluso por aquellas opciones que le exijan la renuncia a su propia autonomía en determinadas cuestiones. Así, en algunos casos la opción personal será una decisión anticonvencional o herética estrictamente original, y en otros será tradicional y ortodoxa, pero en ambos casos la opción será válida desde un punto de vista laico si se adopta libremente y si no compromete la libertad de los demás.

A partir de esa primera definición podemos deducir algunas reglas de la laicidad.

Primera regla

El fundamento de ¡a colectividad como sujeto político -aquella razón de la que trae causa la res publica- no es otra que la adhesión tácita o expresa a un proyecto societario y jurídico común.

Desde este punto de vista, ni la biología, ni la sangre, ni la pertenencia étnica o religiosa, y ni siquiera la historia, son determinantes para configurar una nación en el sentido político, aunque puedan serlo para configurar lo que se
llama una nación-cultural. Desde el punto de vista laico: «La ley hace la nación y no la nación hace la ley».

Esto no resta relevancia a las circunstancias concretas de cada nación. Es evidente que determinadas circunstancias propician la constitución de un determinado proyecto político: factores geográficos como fronteras naturales y vías de comunicación; similitudes culturales; alianzas históricas religiosas o dinásticas; matrimonios monárquicos y azares de la herencia; revoluciones sociales o conveniencias económicas, pueden propiciar y condicionar la existencia de una nación, pero, en última instancia, el fundamento exclusivamente político, a la luz de la idea misma de modernidad y desde el momento que aparece el sujeto en la historia, no puede ser otro que la libre voluntad del individuo para adherirse a un determinado proyecto de vida en común.

Esta primera regla sitúa a la laicidad frente a todos los comunitarismos políticos por entender, al modo kantiano, que la dignidad de los seres humanos y la especificidad que los convierte en sujetos, no son tanto las opciones e intereses que en un momento determinado pueden adoptar, ni las
pertenencias con las que se identifican, ni las finalidades y objetivos que se proponen, sino la capacidad de pensar y obrar con autonomía que se manifiesta en tales decisiones, la permanente apertura al cambio y a la revisión de sus decisiones.

Las posiciones no laicas sostienen que el poder político se funda en el servicio a algo distinto de los individuos que lo componen, como, por ejemplo, la etnia, es decir, la colectividad natural y consanguínea que define un nosotros cuasibiológico. Para el comunitarismo el Pueblo no es Laikós no es un conjunto de individuos sin atributos que se adhieren a un ideal de ciudadanía común, sino que es un Volk, una ampliación de la familia con rasgos compartidos de tipo racial (rh sanguíneo, color del pelo, tipicidad fisiológica) tradicional, religioso, lingüístico, antropológico, místico (el alma de un pueblo)... Sin embargo, en otros casos esos rasgos, siendo de tipo objetivo, tienen un origen social y en cierto modo mental o moral, como defiende, por ejemplo, el marxismo-leninismo, que define el pueblo en
un sentido ideológico como clase social de pertenencia, a la que se añade una consciencia determinada denominada conciencia de clase, de tal modo que pueblo no son solo los individuos pertenecientes a una determinada clase social, sino los que además comparten una concepción determinada de su papel como tal clase social.

La laicidad no sólo se vincula a los valores de Libertad e Igualdad, típicos de la tradición democrática continental, sino también al de Fraternidad.

Desde el punto de vista laico, la fraternidad humana implica la consideración de la radical igualdad del genoma humano como una y universal especie, desde los esquimales a los tuaregs, desde los indios del altiplano a los pastores de las highlands. Esta proclamación se opone a la de aquellos que rompen la catolicidad de lo humano, herederos de Bonaid, de Maistre, o del prerromántico Herder, que rechazan esa unidad en favor de una diversidad de humanidades que se manifiestan en razas, idiomas y mundos simbólicos diferenciados y, en última instancia, incomunicables. Desde esta perspectiva etnológica, casi zoológica, no hay una palabra que pueda dirigirse urbi et orbi a todos los hombres, porque sencillamente no hay hombres sino manifestaciones más o menos individuales de una u otra variedad de etnia o cultura.

La proclamación de fraternidad va más allá: supone el reconocimiento de nuestra radical orfandad, el rechazo de todo paternalismo o maternalismo de clan, iglesia, partido o Estado. La fraternidad es una relación bilateral y mutua en la que pueden caber diferencias de experiencia, mérito o capacidad, pero donde no hay diferencia que afecte a la relación misma, como es el caso del salto ontológico de la filiación a la paternidad / maternidad. La proclamación de la fraternidad es consecuencia última del mismo impulso emancipador de la Ilustración, del sapere aude kantiano y su reivindicación de la mayoría de edad del hombre. En definitiva, esa mayoría de edad nos ha de llevar, en algún momento de nuestro crecimiento, a convertirnos en hermanos de nuestro propios padres biológicos.

La fraternidad no se basa en un afecto electivo hecho de afinidades y simpatías coincidentes, es una condición que nos viene dada como algo ajeno a nuestra voluntad, como vínculo de unión a nuestros coetáneos, de los que tantas cosas nos separan y nos unen por el simple hecho de compartir la misma generación o el mismo tiempo histórico. Dicho con otras palabras, la idea de fraternidad es precisamente más necesaria allá donde no es espontánea, allá donde no nace del difuso amor a la etnia, a la tribu, a la clase social o a la comunidad lingüística.

Segunda regla

El Estado laico, para garantizar su funcionalidad como instrumento al servicio de la autonomía individual en un marco societario, no puede estar sometido o ser instrumento de ninguna etnia, raza, tribu, clan, dinastía, partido, iglesia o
grupo económico particular.

Tercera regla

El discurso político en el Estado laico debe ser abierto pero autónomo respecto de cualquier otra forma de discurso, sea éste religioso o sea cualquier otro que se presente como comprehensivo, total, o globalizador.

J. OTALO. Laicidad. Bellatera, Barcelona, 1999, pp. 11-18.

Escrito por MUTANDIS a las 12:21 PM | Comentarios (0)

CARTA EUROPEA DE LA LAICIDAD

Para Pedro, lector fraterno.

Art. 1. Ilegalidad de las prohibiciones dogmáticas.

En el seno de la Comunidad Europea, la vida cívica, política, cultural y social debe organizarse respetando todas las libertades individuales y colectivas asociadas al interés general y al bien público.

La puesta en práctica de avances en la investigación científica se beneficiará de una total libertad invididual y colectiva, en el cuadro de la sola ley civil votada por las instancias elegidas y legalmente responsables.

Las prohibiciones de carácter religioso no serán tenidas en cuenta por la legislación comunitaria.

Art. 2. Derechos de las mujeres y los niños.

El estatuto de la mujer y sus derechos reconocidos a participar equitativamente en la vida cívica y social serán establecidos sin ambigüedad: ninguna limitación debida a especificidades confesionales, étnicas o comunitarias serán tenidas en cuenta por la ley común europea.

Artículo 3. Tolerancia mutua.

Las instituciones comunitarias deben permitir e incitar a la práctica de la tolerancia mutua y al respeto de las diferencias étnico-culturales, en el cuadro de una total identidad de derechos y deberes para todos los ciudadanos de la Comunidad.

Artículo 4. Independencia civil.

Las instituciones comunitarias asegurarán la independencia absoluta de los organismos oficiales, de los servicios públicos y de las actividades legales europeas frente a las iglesias, cléricos e influencias confesionales.

Artículo 5. Primacía del interés general.

Las instituciones comunitarias privilegiarán la prioridad absoluta acordada al interés general y al bien público, sin legalizar ni permitir en ningún caso la instauración de privilegios particulares o ventajas indebidas.

Artículo 6. Solidaridad entre los pueblos.

Las instituciones y organismos comunitarios incitarán a los gobiernos nacionales a mantener prácticas solidarias entre los pueblos, solidaridad orientada a buscar soluciones de justicia social en sentido amplio.

Artículo 7. Libertad del ciudadano.

Las autoridades representativas de las instituciones comunitarias se guardarán de fundar sus acciones y políticas sobre concepciones cuya aplicación constituya una violación o limitación de los valores constitutivos del humanismo laico. Para ello, velarán especialmente por no privilegiar el comunitarismo étnico, confesional o cultural, sino a beneficiar al hombre-ciudadano como elemento esencial de la vida cívica europea.

Artículo 8. Difusión de los valores laicos.

El humanismo laico, fundado sobre el respeto de todas las creencias y opiniones, de los derechos y de las libertades fundamentales, será objeto de un estricto respeto por parte de las autoridades e instituciones comunitarias, que facilitarán su promoción y expansión como un objetivo de interés general y de cohesión social.

Artículo 9. La laicidad, valor de armonía y paz civil.

Los valores filosóficos, éticos, morales y cívicos sobre los que se funda el humanismo laico lo hacen asumible por todos los espíritus libres afectoa a la libertad, la tolerancia y la justicia. Es, por tanto, esencial que el humanismo laico sea tenido en cuenta y promovido como fundamento de la ciudadanía europea.

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Propuestas elaboradas por el Movimiento Europa y Laicidad. eurolaic@club-internet.fr y publicadas por J. Otaola, Laicidad. Bellatera, Barcelona, 1999.

La Universidad Carlos III ha creado la CÁTEDRA DE LAICIDAD Y LIBERTADES PÚBLICAS "FERNANDO DE LOS RÍOS", destinada a fomentar el conocimiento y la divulgación de los valores de la laicidad.

El enlace para conocer sus tareas y actividades es este:

http://www.uc3m.es/uc3m/inst/BC/laicidad.htm

Escrito por MUTANDIS a las 12:19 PM | Comentarios (1)

5 de Enero 2005

SÍ A LA AUTODETERMINACIÓN

No estoy en contra de que los vascos, catalanes, gallegos, andaluces o castellanoleoneses se separen de España o se arrejunten entre sí de la forma que quieran. Las naciones, los Estados, las comunidades en fin, son entes artificiales que se crean igual que se destruyen: porque así lo quieren quienes los pueblan.

Ahora bien, para dar cuerpo a un nuevo ente jurídico como es otro Estado independiente, los ciudadanos deben respetar los cauces legales que se han establecido, o cambiarlos de manera muy mayoritaria. Estos cambios deben responder a coyunturas favorables y amplios consensos, no a una baladronada sin respaldo social.

Este es el caso del Plan Ibarretxe. Es ilegal, no cuenta con el suficiente respaldo social en su propio terreno, rechaza el marco constitucional sin atreverse a modificarlo y no es oportuno.

Por todo eso, y no por supuestos ataques a una supuesta unidad nacional que me la trae al pairo, es por lo que le digo a Ibarretxe: ¡chico, vas por mal camino!

Respeto a las leyes. Lo demás, fuera. Estoy, pues, con ZP.

Escrito por MUTANDIS a las 12:23 PM | Comentarios (3)

CONDUCTA SEXUAL DESVIADA

Define el Catecismo de la Iglesia Católica la homosexualidad como “una inclinación objetivamente desordenada, malo desde el punto de vista moral” (2358). Desde una perspectiva católica, que en materia sexual privilegia la reproducción y la institución del matrimonio frente a la libre expresión de los sentimientos y las pasiones personales, es perfectamente congruente. La sexualidad debe redundar en descendencia, pues así los cónyuges otorgan a su cópula un valor trascendente de servicio a la sociedad y a Dios.

La homosexualidad es una conducta sexual desviada porque no contribuye a perpetuar la especie. Así pues, todo comportamiento sexual que se aparte de esta elevada tarea, es moralmente reprobado y católicamente rechazado.

Pero, ¿por qué detenernos en los homosexuales? También el onanismo es moralmente censurable y censurado por la Iglesia Católica, ya que supone el despilfarro de un líquido bien que debería ser convenientemente encauzado hacia la inseminación y consiguiente concepción de un nuevo ser.

Todo perfectamente lógico, desde un punto de vista estrictamente católico.

Ahora bien, ¿nos vamos a quedar aquí? ¿Nos conformaremos con criticar a quienes practican el sexo en solitario o con personas del mismo sexo? ¿No queda aún por estigmatizar un comportamiento que se aparta de la vocación esencial del ser humano, que es la procreación?

Si queremos ser católicos consecuentes, y excluir de la Gracia toda aquella conducta sexualmente desviada, deberemos anatemizar también a quienes, estando dotados por la Naturaleza para contribuir en la perpetuación de la especie, declinan dicha responsabilidad y se abstienen de aportar su grano (o sus gotas) de arena. Me refiero, por supuesto, a los varones célibes.

Católicos: homosexualidad y onanismo son conductas tan reprobables como lo puede ser el celibato. Todas ellas escapan al designio divino y natural, y constituyen un ataque frontal a la íntima esencia de la persona humana, que no por azar ha sido dotada para la sexualidad y la reproducción.

Los célibes son individuos egoístas, insolidarios y, al cabo, impíos que se sitúan, con su desviada conducta sexual (consistente en negar la sexualidad misma), al margen de Dios, de la humanidad y de la Iglesia.

Escrito por MUTANDIS a las 12:12 PM | Comentarios (0)

DEGRADACIÓN CONCEPTUAL

Dicen los católicos que reconocer el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio supone “degradar” dicha institución.

Yo, que no soy homosexual ni me pienso casar, les digo a los católicos lo siguiente:

que ustedes “degradan” la palabra Libertad cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que impone a las personas dogmas que no pueden ser criticados ni discutidos racionalmente;

que ustedes “degradan” la palabra Tolerancia cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que excluye el derecho de los individuos a creer en otros dioses (véase lo sostenido por el cardenal Ratzinger en el libro Sin raices);

que ustedes “degradan” la palabra Pobreza cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que apoya políticas como las aplicadas por el Partido Popular, claramente injustas y antisociales;

que ustedes “degradan” la palabra Respeto cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que discrimina y criminaliza a colectivos cuyo único “pecado” es expresar el amor por un orificio en lugar de otro (véase el folleto episcopal Hombre y mujer los creó);

que ustedes “degradan” la palabra Igualdad, cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que veda el acceso de las mujeres al sacerdocio;

que ustedes “degradan” la palabra Legitimidad cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, que no somete sus decisiones a debate público ni expone a sus dirigentes al aval que les concedería un sistema de elección libre y directa;

que ustedes “degradan” la palabra Historia cuando la emplean en contextos como el eclesiástico, silenciando activamente el Tribunal del Santo Oficio, las excomuniones de científicos y teólogos por no plegarse al Papado o el apoyo que la jerarquía católica brindó a caudillos, dictadores y tiranos en época muy reciente;

que ustedes, en fin, “degradan” las palabras cuando las emplean como las emplean en contextos como el eclesiástico, que se comporta día a día como un ámbito intolerante y excluyente que niega el pan y la sal a todo aquel que no comulga con sus ruedas de molino.

En democracia, cuyo fundamento es el diálogo entre ciudadanos libres, el uso torticero del lenguaje tiene el rango de pecado mortal.

Escrito por MUTANDIS a las 12:07 PM | Comentarios (0)

4 de Enero 2005

EL SOSIEGO O EL ÉNFASIS

Viendo cómo reaccionan los presidentes de los dos partidos mayoritarios, me parece que hay dos estilos de hacer política en España:

Uno, el de la calma, el sosiego, la ponderación. ¿Que el Parlamento vasco aprueba una ley inconstitucional? No hay que encenderse: las cosas van a caer por su propio peso, la racionalidad y la legalidad se impondrán. ¿Para qué despeinarse, si tenemos la Constitución de nuestro lado?

El otro, el del aspaviento, las soflamas y la prisa. ¿Qué el PNV se echa al monte? ¡A darle caza! Llamadas al orden, interposición inmediata de recursos que otrora se perdieron, ruido de sables. ¿Será que no confían en la fuerza de las leyes para arreglar lo que otros han estropeado?

Yo me quedo con el estilo ZP. Con la convicción de quien sabe que, en un Estado de Derecho, no se puede romper la baraja unilateralmente. A mí, Rajoy como que me parece que le queda grande la situación, como que se le ve exaltado y con miedo. ¿Miedo a qué? A España no se la rompe de la noche a la mañana.

Las leyes están ahí para respetarlas o cambiarlas, pero entre todos. Como mejor se defiende la democracia es ejerciéndola con naturalidad y sin énfasis innecesarios.

Escrito por MUTANDIS a las 12:19 PM | Comentarios (4)

2 de Enero 2005

CONSPIRACIÓN CATÓLICA

Alejandro Llano ha publicado en el diario económico La Gaceta de los Negocios (como lo oyen) del pasado el martes 21 de diciembre las siguientes palabras:

“No cabe esperar que sean los políticos y los detentadores del poder económico o mediático quienes fomenten la libertad de los ciudadanos de a pie. No hay más libertad que la que uno se toma. Y ésa hay que tomársela de una vez por todas. Si es necesario, a través de una conspiración cívica, que sea leal y transparente, en lugar de oblicua y tenebrosa. Humildemente, al estilo que hoy se lleva”.

Vamos por pasos.

1. ¿Por qué no cabe esperar que los políticos fomenten la libertad de los ciudadanos? Yo creo que, al menos el PSOE, sí lo hacen: reconociendo los derechos de los menos favorecidos y promoviendo políticas que hagan efectiva la igualdad entre los ciudadanos.

2. No existe antagonismo entre políticos y ciudadanos de a pie. Sólo quien recela de la democracia como sistema de representación política justo y legítimo puede abrir una brecha entre ambos, encaminándose hacia los ámbitos del populismo y el fascismo totalitario.

3. ¿Quiénes son esos “detentadores del poder económico” a quienes no interesa fomentar la libertad de los ciudadanos? Seguramente, probos empresarios que votan a la derecha y acuden a misa cada domingo. Presumo que estos señores no están, en efecto, por la labor de ampliar los derechos civiles de las personas. Pero seguro que Llano no se refiere a ellos. Lo más probable es que estén pensando en otras instancias.

4. ¿Quiénes son los “detentadores del poder mediático”? ¿El Grupo Planeta, que prácticamente monopoliza el mercado editorial español? ¿El Grupo Zeta? ¿El Grupo Correo? ¿El Grupo Recoletos? No. Seguro que Llano se apunta al carro de culpar de todos los males que aquejan al catolicismo… al Grupo PRISA. Claro que no lo dice. Los católicos son muy decorosos: no critican abiertamente, lo hacen arrojando la piedra y escondiendo la mano. ¡Qué aguerridos son!

5. ¿Qué es eso de que “la única libertad es la que uno se toma”? Tengo entendido que, en una sociedad libre como la nuestra, todos y cada uno de los ciudadanos viven como quieren, eso sí, dentro de un marco legal que asegura el respeto de los derechos de todos. Tal vez lo que pretende insinuar Llano es que ha llegado el momento de que los católicos hagan de su capa un sayo y se pongan el mundo por montera. ¿Que no? Lean, lean lo que sigue.

6. Los católicos deben protagonizar “una conspiración cívica, que sea leal y transparente, en lugar de oblicua y tenebrosa”. No sé quién será el agente de ésta última (¿los masones? ¿los jesuitas? ¿los judíos? No lo dice este señor, no vaya a ser que le caiga encima una querella criminal por difamar impunemente), pero sí me parece claro quién estará detrás de la primera: la Conferencia Episcopal. Los obispos, que por nada del mundo se meten en política porque ellos dicen consagrarse sólo a Dios (y así no ven cómo las urnas le quitan una y otra vez la razón que creen detentar), se dedican a intrigar entre bastidores para que las “masas populares” se compinchen contra el poder legítimo emanado de la voluntad popular.

Este es un nuevo ataque a la democracia instigado por el fundamentalismo católico. No debe quedar sin respuesta. Democráticamente, los católicos se pueden pronunciar como deseen, faltaría más: publicando libros y panfletos, manifestándose por las calles, incluso quemando contenedores si les gusta tanto emular al activismo de izquierda. Pero lo que nunca van a conseguir es que su apuesta totalitaria e integrista se imponga a la voluntad de todos los ciudadanos, expresada libremente en las urnas.

Si su plan secreto es tumbar el Estado de Derecho y la democracia, que no lo duden: estallará otra Guerra Civil. Y a mí me tendrán, como siempre, del lado de la legalidad vigente.

Escrito por MUTANDIS a las 6:27 PM | Comentarios (0)